Pese a un aumento moderado del número de hombres que participan en las tareas domésticas y de cuidado de menores y personas en situación de dependencia en el hogar, las responsabilidades domésticas y familiares continúan siendo un espacio feminizado. La mayoría de las mujeres ocupadas desempeñan simultáneamente tareas del hogar, responsabilidades familiares y trabajo remunerado. Asimismo, son ellas son las que abandonan el mercado de trabajo o reducen su participación en el mismo (excedencias, reducciones de jornada, trabajo a tiempo parcial...) para atender situaciones familiares de dependencia. La atención familiar supone para las mujeres una inversión ingente de tiempo y esfuerzo; una desigualdad en las oportunidades de inserción, estabilidad y promoción laboral; un obstáculo para la participación social y el crecimiento personal y profesional; y un efecto negativo sobre la salud física, emocional y social, sobre todo en el caso de la asunción de cuidados de personas mayores y en situación de dependencia.
Pero no todas las personas conviven en pareja o tienen familiares con quienes compartir las responsabilidades (madres solteras, hijas/os únicas/os, trabajadoras/es desplazadas/os de su localidad, isla o país por necesidades laborales...). La posibilidad de combinar un trabajo remunerado, necesario para la sociedad y para la autonomía económica personal y familiar, con la atención de menores y mayores dependientes o personas con discapacidad requiere de medidas sociales conciliadoras de la vida personal, familiar y laboral (jornadas de trabajo compatibles con la familia, guarderías con precios asequibles, servicios de apoyo para las personas dependientes...).
El descenso actual de la natalidad, si bien está relacionado con aspectos positivos del desarrollo de las mujeres, como es la incorporación progresiva a la formación superior, al mercado de trabajo remunerado y la autonomía económica y de criterio, también es un indicador de las dificultades de conciliación de la vida laboral, personal y familiar y la falta de servicios públicos y prestaciones sociales para la maternidad, sobre todo cuando se ejerce en solitario.
El reparto equitativo de las responsabilidades (públicas y privadas) entre los hombres y las mujeres y la conciliación de la vida personal, familiar y laboral son requisitos para el pleno disfrute de los derechos humanos. Hacerlo posible precisa de medidas para promover una verdadera corresponsabilidad familiar de ambos sexos y la conciliación de la vida personal, familiar y laboral de todas las personas.