Problemas de conservación de los montes en Canarias

  • Propiedad del suelo. Muchos de los montes que componen la superficie forestal canaria están ubicados en pequeñas o grandes parcelas, que son propiedad de particulares o colectividades privadas, algunas de las cuales, además, se encuentran insuficientemente delimitadas. Todo ello dificulta las tareas de gestión pública del monte, ya que implica el establecimiento de acciones concertadas con los propietarios, o la adquisición de los terrenos por parte de la Administración pública.
  • Plagas. Existen especies endémicas, como el lepidóptero Dasychira fortunata, que han llegado a causar daños en pinares. Sin embargo, resultan aún más peligrosos los patógenos foráneos introducidos en Canarias, puesto que éstos no tienen parásitos ni depredadores naturales suficientes que equilibren sus poblaciones, y pueden causar daños a las masas forestales y a los cultivos agrícolas.
  • Fenómenos climáticos adversos. Las sequías y los vientos fuertes pueden debilitar las masas boscosas. Las lluvias torrenciales pueden erosionar el suelo, sobre todo en zonas de elevada pendiente que no están suficientemente cubiertas de vegetación.
  • Erosión. El sobrepastoreo y el mal uso del suelo, unido al actual abandono de prácticas agrícolas como la creación de bancales para retener suelo en zonas de acusada pendiente, provocan fenómenos de erosión. La escasa profundidad de algunos suelos degradados dificulta sus posibilidades de recuperación, y se han declarado zonas como “irreversiblemente erosionadas” en algunas islas.
  • Abandono de los aprovechamientos del monte e insuficientes tratamientos selvícolas. El abandono de los aprovechamientos forestales, unido a la existencia de grandes masas arbóreas artificiales procedentes de repoblaciones muy densas, que nunca fueron equilibradas con tratamientos de clareo (talas), ha derivado en una masificación de muchos bosques canarios. Este fenómeno está produciendo problemas de superpoblación arbórea y competencia por el espacio y los recursos disponibles. La consecuencia es la presencia de árboles y arbustos insuficientemente desarrollados y debilitados, así como un exceso de pinocha y de materia vegeta muerta, que aumenta el riesgo de incendios en verano.

Erosión y desprendimiento

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