Los hombres que firmamos esta Carta reconocemos la labor que el movimiento de mujeres ha realizado por la conquista de sus derechos. Una lucha de siglos que ha mejorado considerablemente la situación de las mismas, pero, ante todo, ha hecho posible una sociedad más equilibrada y unas relaciones más equitativas entre mujeres y hombres.
Somos conscientes de que aún vivimos en una sociedad desigual en las relaciones entre los sexos. Una injusticia que, en determinados ámbitos, sigue dando privilegios a los hombres y discriminando negativamente a las mujeres, relegándolas a un segundo plano en numerosos espacios.
Entendemos, asimismo, que el avance de las mujeres no se ha correspondido ni con una implicación generalizada de los hombres en estas justas reivindicaciones ni con el consecuente equilibrio, reformulación y adecuación de los papeles que ambos sexos desempeñan en los espacios públicos y privados. Como resultado de ello, las mujeres continúan hoy en día soportando numerosos obstáculos en el ámbito público que, combinados con las excesivas cargas que se asignan en lo privado, tienen serias repercusiones negativas para su calidad de vida y sus oportunidades de desarrollo personal y participación social.
Afirmamos que la manifestación más terrible de esta desigualdad es la violencia de género. Una violencia ejercida cruel y cobardemente por algunos hombres contra las mujeres motivados por sus prejuicios sexistas. Una violencia que rechazamos con contundencia, invitando a toda la sociedad a unirse a esta repulsa, y conminando a los agresores a que cesen en sus maltratos y sean hombres respetuosos e igualitarios.
No nos gusta la imagen social que tradicionalmente asocia a los hombres a la dominación y nos desvincula de lo afectivo. Abogamos por una sociedad que reformule sus valores, garantice una relación más igualitaria entre ambos sexos y establezca un reparto de tareas y responsabilidades equilibrado y no estereotipado.
Por todo ello, asumimos los siguientes compromisos: