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Lugares significativos
 
Antonio González García

 

Entrevista en Formato Texto 

 

Yo nací en Pantón, provincia de Lugo en el año 1944, justo. Mi recorrido fue de Pantón, Barcelona, de Barcelona, Suiza, Berna, de Berna, nuevamente, a Barcelona y de Barcelona, pues Canarias. Yo vine al Puerto de la Cruz, donde estuve 8 años, y del Puerto me fui al sur, a Los Cristianos. De ahí surgió la idea de montar un bar de ambiente tal como los Sueños Azules. Gay, toda la vida. Exactamente.  A nivel personal ha sido el que no había ningún local de este tipo en Santa Cruz. Otro compañero y yo decidimos montar ese local allí. Buscamos un local apropiado, que estuviese bien, bien situado y ahí fue. [...] Sueños Azules no es que haya sido un local que se transformó; no, no, no, ha sido desde el primer momento un local dedicado al ambiente gay. Justamente lo abrí el día 31 de julio de 1981. Tenía por los 34 años, 37 años. Joven, joven. Sí, en Tenerife, sí, porque aquí en el Puerto había una docena y ninguno en Santa Cruz. No nos permitían poner Blue Dreams, sino que nos obligaron a poner la traducción. Y ahí vino el nombre. Blue Dreams era un nombre atractivo para la época aquella y entonces decidimos ponerle ese nombre. [...] Fue entonces cuando el Ayuntamiento nos hizo rectificar para que pusiéramos el nombre en español. Quizás sí haya todavía alguna documentación vieja. [...] No, nada, para nada. Exacto. Lo que pasa que claro tuvo sus época, porque cuando yo lo subarrendé hubo una persona que se dedicaba a cuestiones de drogas y tal, pero esa persona ya murió y no merece la pena mencionarlo. Nada más. [...] Bueno, yo conocía locales de aquí del Puerto. En esa época estaba el Dominic, el Espanto, estaba también el otro aquí arriba, bueno, había varios locales. En el Puerto había bastantes. Ves uno, ves lo otro y entonces ya decides, justamente, lo que quieres montar y cómo lo vas a destinar. Y así fue. Hubo muy pocas diferencias, en ese sentido no porque estábamos muy retirados. No era lo mismo que cuando había un local en La Laguna. Cuando se abría un local de ambiente en La Laguna entonces sí era más… Como, por ejemplo, él Bebe Más, en La Laguna, eso era… Pero, claro, era un local muy de drogas y completamente diferente, pero no dejaba de ser de ambiente también. No, era totalmente… para hombres gays y para lesbis, nosotros no tuvimos nunca ningún impedimento con ellas. También hubo, también hubo algunos lo que pasa que frecuentaban menos este local por el hecho de que yo era un poquitín fuerte y en algún momento llegué a decirle “eh, señores, esto es un local de ambiente gay pero hasta ahí, nada más”. Los paré en su momento, a los transexuales les paré mucho. No te puedo contar nada más porque eso era lo que había. “Si no están a gusto cogen ustedes la puerta y se van”. [Montaban altercados] El local se dedicó muchísimo al ambiente gay en el sentido de hacer actuaciones transexuales, fantásticas. Yo tengo recuerdos de alguna actuación como era Aroa Hilton que eso era única, era un espectáculo, que ella actuó muchísimo en nuestro local. Sí, iban, pero menos. Rápidamente se daban cuenta de que era un local de ambiente. Había mucha gente que se quedaba y no les importaba porque el local era muy abierto. Mayoritariamente eran hombres [homosexuales]. Yo recuerdo un aniversario, que fue el 12 aniversario, espectacular, algo fuera de serie. Porque eran chicos, amigos, conocidos nuestros que no se dedicaban en absoluto al transformismo, pero ese día quisieron dedicar unos números, porque era el 12 aniversario de los Sueños Azules, y entonces sacaron el non plus ultra. [...] Una joya de verdad. Hay un personaje que todavía lo vemos aquí en el Puerto. Imagínate tres chicos que no tenían nada que ver con el transformismo y se presentaron ellos y fue algo tan espectacular que tuvieron que repetir el número porque la gente no dejaba de aplaudir, fue sensacional. En el momento, la gente no para con los aplausos. [...] Eran tres monjitas, muy así eh, que salen y de repente empieza la música a sonar fuerte y entonces ellos se quitan la túnica que llevaban y salen pues vestidos ya para hacer la actuación. [...] Allí siempre hubo, siempre hubo. Uno de los personajes más famosos allí, no solamente famosa en los Sueños, Aroa Hilton es famosa en la isla y parte del extranjero. Lo que pasa es que Aroa es un personaje que no viaja porque tiene pánico a un avión… [...] Ella me dijo muchas veces: “eres un idiota por no haber grabado estos momentos tan espectaculares y únicos”. Hubo muchos. Estuvo Judith, era otro personaje increíble. [...] Judith salía con un sofá con un hueco y salía nada más que el cuerpo y la cara de Judith [...]. Era algo fuera de serie. Y cuando salía de enana ya era… Como una niña, enana. Salía de rodillas desde el camerino, de rodillas. Todos. Fíjate bien, te voy a decir, en Los Sueños actuaban todos los mejores artistas que venían al Puerto de la Cruz al Sabor Sabor y de ahí me los pasaban a mí. Lolo, el famoso Lolo de toda la vida. Los primeros pasos fueron en Los Sueños. No, era solamente los fines de semana, viernes y sábado, porque el domingo ya no porque era flojísimo ya todo. Bueno, era en plan humorístico, mucho, y luego había actuaciones muy serias, playback, espectaculares, porque toda esta gente hacían playback. [...] También tuvimos a un personaje de Locomía, Luis Font, que este cantaba, pero cantaba en directo, nada de playback. El local estaba a reventar. También otro personaje muy famoso, que es un profesor de saxo [...]. EStaba a reventar siempre. Muchísimas veces yo tuve unos clientes muy famosos en Santa Cruz que en un momento dado llegaron a decirme: “Antonio, por favor, no dejes entrar a más nadie que no cabemos”. [...] Ella nos conocía a nosotros, nosotros la conocíamos mucho a ella, porque Aroa no iba a actuar a ningún otro local que se hubiera montado en Santa Cruz. Ella iba a los Sueños por la simpatía que teníamos sobre todo ella y yo. Algo muy especial. Incluso llegó a venir una hermana de Aroa Hilton, la Marcela que llegó a tener un local de ambiente allí por donde está el Mercado. Allí actuaron todos y más. Además, streapers buenísimos. [...] [Carnaval] No, de Carnavales ya olvídate porque eran las 11, 11.30 de la mañana, cuando ya los despedíamos a todos. Abríamos y ya te digo, empezaba a llegar la gente, el boom empezaba cuando cerraban abajo los quioscos y tal y la música. Entonces subían todos a los Sueños. Con decirte que para entrar había una cola de más de 50 metros que no podían entrar. Salían dos y entraban dos. Todo el mundo se respetaba dentro. Era muy curioso. Se respetaba muchísimo. Aunque hubiese cantidad de gente que no era de ambiente gay no pasaba nada, era un respeto absoluto. Sí, por supuesto. Además, te voy a contar un detalle muy curioso. Cobrábamos, naturalmente, una entrada, pero era una entrada módica de 10 euros en aquel momento. Entonces yo les decía a los clientes asiduos: “vengan antes de las doce y cogen la entrada, se la llevan y cuando regresan no tiene que estar en esta cola, entran ya directamente”. La entrada daba derecho a una consumición. A ver, te explico. Sueños Azules estuvo insertado en la guía turística gay desde el primer momento. En la Spartacus. Lo conocían mundialmente. Muchísimo. Sí, fantástico. Incluso cuando no existían los hoteles de lujo en el sur, la tripulación aérea de la compañía aérea se hospedaban todos en el Hotel Mencey , punto recreativo eran Los Sueños. Iban todos, chicos y chicas, los azafatos, las azafatas, los comandantes de vuelo. [...] Había un representante de la guía gay y pasó por allí porque oyó que había un local de ambiente en Santa Cruz. No sé si era el director o alguna historia de la guía gay, pues se insertó ya desde el primer momento en la guía. Sueños Azules estuvo instalado en el número 14 como 20 años y luego el propietario del local vino y me dice que me subía el alquiler. Si yo pagaba en aquel entonces 80000 pesetas me subía a 400000 mil y dije no. Cerramos los Sueños, pero justo al lado del local este en el que estaba instalado había un local mayor. Se presentó la ocasión porque yo conocía a los dueños que lo habían comprado. “No, no, te lo vendemos, porque para lo que lo queríamos nosotros no tiene la suficiente seguridad” [...]. El primero no, el segundo sí. Había un cuarto oscuro impresionante, muy bien montado, con una clase estupenda y muy bien. La más la más era cuando había una clienta, pero chica, que siempre empeñada en bajar al cuarto oscuro y yo tenía que sacarla. Era un sótano, sí con cabinas individuales, con una luz tenue. Tener que sacar a la gente de allí porque se dormía, se echaban y tener que ir a sacarlos. No había. [Actitud de los vecinos] Hubo de todo. En el primer local hubo una vecina justo encima del local que se puso con unas historias, denuncias, pero, vamos, que no fue nunca más lejos. Después hubo una relación fantástica con ellos. Todavía hoy tenemos una relación muy buena. [...] Sí, la policía ha llegado y ha entrado para dentro y claro tener que frenarles y pararles: “oigan, esto es un local privado, ustedes no pueden sin una autorización judicial entrar”. Noventa y pico. [...] El tema del nombre que ya se puso el nombre que actualmente tenía y no hubo más. [...] No teníamos nada, siempre ha sido muy bien porque nosotros nos dimos siempre muchísimo a respetar. Respetando y que nos respetaran y hasta la fecha no teníamos problemas. Con seriedad, siendo serios, siendo personas normalísimas sin aspectos de… ni movimientos… porque eso pasa siempre si tú te permites el lujo de estar una persona muy afeminada vas a tener las consecuencias de esa historia. Nosotros como éramos siempre unas personas normalísimas sin aspavientos ni nada pues nos han respetado mucho. [...] Sí, recuerdo porque querían pegarle. Este chico entró a los Sueños Azules y hacía diez minutos que había salido de los Sueños. Yo cuando le vi entrar dije aquí hay algo. [Lo asaltaron] Digo, “ah, ya sé quién es”. Claro, conocíamos el barrio. [...] Fue muy graciosa la anécdota porque cuando lo veo entrar le digo, “ven pa acá”... Porque le atracaba con una jeringuilla. “Dame las monedas todas que le quitaste al chico”. Entonces existía el temor al SIDA, muchísimo. De los 90 y algo. [...] Le cogí la documentación, le cogí las monedas y le dije al chico, “toma, ahí tienes tu dinero”. [...] [Anécdota del escaparte] Exactamente, tiraron piedras a la puerta y rompieron algún cristal. Con la misma salimos, vimos quienes eran y Fernando, mi compañero, lo cogió a uno de ellos, lo trajo allí y entonces dijo “no, no, yo me hago responsable de arreglar esto”. Perfecto.[...] Ahí se quedó todo. Total, había una vecina allí que decía: “si los Sueños Azules están abiertos, yo a mi hija y a mis hijas las dejo salir tranquilamente, porque sé que cuando regresan no les va a pasar nada aquí”.  [SIDA] Bueno, eso fue un palo muy gordo para todo el mundo gay. Fue un palo terrible. La gente antes salían, se iban al Parque, del Parque venían a los Sueños, de los Sueños volvían al Parque. Todo eso ya se terminó en ese momento, se terminó el Parque, los Sueños. Iban a los Sueños, pero ya al PArque no tanto, porque había mucha gente en el Parque y podían contagiarse. Muchos de los clientes nuestros fallecieron en esa época. [...] Teníamos un cliente que fue al Parque y lo asaltaron. Cuando llegó a los Sueños venía con un corte así aquí, un corte eh, suerte que no le pillaron la yugular porque si no no lo cuenta. Ahí empezó mucho el miedo al contagio porque claro tú fíjate que yo tuve algún cliente que estando en el hospital me llamó y me dice “Antonio, me ha tocado”. Eso fue terrible. Un cliente muy conocido, pero ya él estaba hospitalizado con el rollo del SIDA. Fue penosísimo que alguien te llame y te diga, “mira, me ha tocado”. A la clientela le afectó muchísimo, porque a los Sueños venían con más tranquilidad pero luego ya el salir de allí e irse de fiesta hacia el Parque que era el punto clave ya dejó de existir. Sí, se mantuvo abierto porque para eso estaba el sistema de precauciones, preservativos, etc. Nosotros en el local llegamos a repartir preservativos que nos los daba Sanidad y lo repartíamos a los clientes en la barra. [...] Yo, personalmente, puedo decirte que fui a Sanidad a buscar preservativos. [...] Yo se lo repartiría a los clientes para que tuvieran precaución. [...] Fue una época más que nada triste, tenías clientes que de repente desaparecían… [...] A ver, el local lo tuve arrendado dos veces [...]. El primero era un señor, pasado porque ya falleció, que era un dentista allí en Añaza. Era muy buen dentista. [...] Después estuvo, se lo arrendamos a un estúpido, por decirlo de alguna manera, que era Benigno que todavía ando con él a leña en juicios. Ahí estuvo y ahora ya después lo arrendamos para un club de fumadores, que es lo que está ahora mismo. Es un club de fumadores, unos chiquitos muy agradables. Como bar ya no existe. Realmente yo no sé en qué fechas… Llevan ya como 3 años como club de fumadores. [...] El porqué era mi edad. Yo cumplí los 65 años y al cumplir los 65 años yo le había dicho a mi compañero Fernando, “mira, yo cuando cumpla la edad me jubilo, no quiero saber más nada. Me jubilo y punto”. Y así fue. [...] Pena sí te da porque es algo que creaste tú y si es algo que creaste te da pena después dejarlo. [...]    

 

 

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