Un paisaje modelado por las erupciones volcánicas

Paisaje  

La singularidad del paisaje volcánico y la diversidad de elementos geológicos de Timanfaya fueron los motivos de su declaración como parque nacional. La ausencia de un manto de vegetación, la extrema rugosidad de las formas y la variedad de colores presentes, rojos, pardos, ocres, negros y naranjas, junto a la silueta de los volcanes y la abrupta costa confieren al parque una extraordinaria belleza.

El paisaje del Parque Nacional de Timanfaya se gestó durante un periodo concreto y bien conocido, entre 1730 y 1736, completado con la erupción del Chinero o Volcán Nuevo del Fuego en 1824. Los fenómenos atmosféricos aún no han alterado el paisaje, con lo que se contemplan las fases iniciales de su evolución.

El elemento mineral destaca sobre cualquiera de las manifestaciones de naturaleza biológica. Los campos de lava adquieren un aspecto diferente en función de su viscosidad, combinando terrenos abruptos y rugosos, conocidos como malpaíses, con otros sobre los que no se haría difícil transitar, en muchos casos con formas cordadas.     

En estos materiales volcánicos recientes, la principal señal de vida la ponen los líquenes que ya han empezado a alterar las rocas y a crear las condiciones para los organismos más avanzados y exigentes que llegarán más adelante. Los líquenes, de los que existe una gran variedad, son los responsables de crear múltiples muestras de color en el paisaje.

Los materiales expulsados por los volcanes, cenizas, lapilli, piroclastos y bombas volcánicas, ocupan amplias extensiones de terreno. El lapilli forma campos de diminutas piedras conocidas como rofe o picón y ha permitido la existencia de ciertos testimonios de humanización en el paisaje, así como una interesante adaptación al medio en relación a los cultivos de frutales, en zocos de piedra con el fin de protegerlos del viento y aprovechar la capacidad de estos terrenos volcánicos para retener la humedad.

Los volcanes son los accidentes más representativos de la geografía del parque. Se distribuyen principalmente por su sector meridional y son, en su mayor parte, de baja altura, correspondiéndose con erupciones recientes. Los islotes corresponden a erupciones anteriores y sus suelos están algo más evolucionados. Por tratarse de zonas elevadas, no fueron cubiertas por las coladas de las erupciones históricas, es el caso de los Islotes de El Mojón, Halcones, Montaña de Termesana, Montaña Bermeja y parte del Islote de Hilario.

La presencia de costa es uno de los elementos que distinguen a Timanfaya del resto de parques nacionales canarios. Todo el límite occidental del parque lo constituye un litoral que se encuentra en muy buen estado de conservación y libre de alteraciones. Este tramo de costa se compone de pequeños acantilados formados por las coladas del volcanismo histórico, ocasionalmente salpicados de pequeñas playas de arena negra formadas por el desmantelamiento que el mar realiza en los escarpes rocosos.