En el territorio que ocupa actualmente el parque había numerosas aldeas, Chimanfaya, Boiajo, La Mareta, Chupadero, Santa Catalina, Malas Tapias y Peña Palomas, entre otras, con sus correspondientes vegas agrícolas y gran cantidad de reservorios de agua.
Antes de la primera erupción, según escritos históricos ocurrida el 1º de septiembre de 1730, la población no tenía conocimiento ni experiencia de este tipo de fenómenos con lo que el proceso afectó profundamente a los habitantes de la isla. Las coladas de lava arrasaron en un primer momento las aldeas de La Mareta y Santa Catalina, destruyendo a su paso una treintena de ellas. Los terrenos fértiles desaparecieron bajo la lava y la población se vio obligada a abandonar la isla y trasladarse a Fuerteventura o a buscar nuevas tierras en la zona central de Lanzarote. Sin embargo, los intervalos de calma entre las diferentes erupciones dieron lugar al regreso de gran parte de la población.
Rápidamente se extendió la voz de que los terrenos cubiertos por lapilli producían grandes y buenas cosechas, con lo que las erupciones volcánicas, que en un principio resultaron catastróficas para los habitantes, dieron lugar a un proceso de gran desarrollo económico de la isla. Surgen entonces nuevos núcleos de población para dar cabida a todos aquellos vecinos desplazados de otras localidades de la isla e incluso de fuera de ella.
Una de las áreas de cultivo cuyo desarrollo se inició poco después del ciclo volcánico y que continúa siendo de gran relevancia es La Geria, cuyo nombre corresponde a una aldea que existió en esa localidad antes de las erupciones. La producción de vinos de esta zona fue pronto muy apreciada en los mercados europeos, generando en esta localidad una prosperidad desconocida hasta entonces.
El segundo proceso eruptivo comenzó el 31 de julio de 1824 en el volcán de Tao, posteriormente en el volcán Chinero, situado en el interior del parque nacional, y por último en el volcán de Tinguatón, cesando la actividad volcánica el 25 de octubre del mismo año. Este fenómeno tuvo una menor incidencia social y económica debido a la mayor brevedad, menor superficie afectada y al conocimiento del que ya disponía la población.