Buenas prácticas para ciudadanos

Las actividades de nuestra vida cotidiana pueden ocasionar un grave impacto ambiental. Gestos tan sencillos como hacer la compra, desplazarse al lugar de trabajo, tirar la basura, encender una lámpara, darse una ducha o poner la lavadora tienen repercusiones medioambientales. Las buenas prácticas ambientales aplicadas al ciudadano hacen hincapié en todas las actividades que realizamos a lo largo de la jornada. El cómo se realicen éstas puede contribuir positiva o negativamente a mantener la salud del Planeta.

Toda buena práctica ambiental se basa en una gestión eficiente de los recursos materiales y energéticos evitando el consumo excesivo o el despilfarro. Además suponen una gestión organizada y racional de los residuos que generamos. Las buenas prácticas no sólo redundan en un beneficio ambiental, sino también económico.

A nivel individual, para cada uno de nosotros, la puesta en marcha de este tipo de actuaciones requiere de una toma de conciencia medioambiental básica, cierta dosis de información y la adquisición de unos hábitos mínimamente respetuosos con el entorno.