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BOC Nº 056. Viernes 18 de Marzo de 2005 - 850

IV. ANUNCIOS - Administración Local - Cabildo Insular de Fuerteventura

850 - ANUNCIO de 28 de febrero de 2005, por el que se hace pública la Resolución de 7 de febrero de 2005, de incoación del expediente para la declaración de Bien de Interés Cultural, con categoría de Sitio Histórico, a favor de la "Casa de Fray Andresito", situada en Ampuyenta, término municipal de Puerto del Rosario (Fuerteventura).

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De conformidad con lo dispuesto en los artículos 36.1, 36.2.e), 44 y Disposición Adicional Primera.h) de la Ley 14/1990, de 26 de julio, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas de la Comunidad Autónoma de Canarias; en el Decreto 152/1994, de 21 de julio, sobre traspaso y transferencias de funciones y servicios de la Administración Pública de la Comunidad Autónoma de Canarias a los Cabildos Insulares en materia de cultura, deportes y patrimonio histórico-artístico insular; en la Ley 4/1999, de 15 de marzo, de Patrimonio Histórico de Canarias; y en el Decreto de la Presidencia del Cabildo de Fuerteventura de Delegación de Competencias nº 562/04, la Sra. Consejera Delegada ha adoptado la resolución siguiente:

Primero.- Incoar expediente para la declaración de Bien de Interés Cultural, con categoría de Sitio Histórico, a favor de la "Casa de Fray Andresito", situada en La Ampuyenta, Fuerteventura, según la descripción y delimitación que figuran en los anexos I, II y III que acompañan a la presente resolución.

Segundo.- Continuar la tramitación del expediente de acuerdo con la legislación vigente.

Tercero.- Publicar la resolución en el Boletín Oficial de Canarias, conforme a lo dispuesto en el artículo 5.3 del Decreto 111/2004, de 29 de julio.

Cuarto.- Dar traslado de la resolución al Registro General de Bienes de Interés Cultural a los efectos previstos en el artículo 5.3 del Decreto 111/2004, de 29 de julio.

Quinto.- Notificar la resolución al Ayuntamiento de Puerto del Rosario, y dar traslado de la misma al Departamento de Patrimonio del Cabildo y al Pleno de la Corporación en la primera sesión que celebre.

Puerto del Rosario, a 28 de febrero de 2005.- El Consejero de Cultura y Patrimonio Histórico, Antonio F. García Rodríguez.

A N E X O I

MEMORIA

SITIO HISTÓRICO: CASA DE FRAY ANDRESITO

LA AMPUYENTA. FUERTEVENTURA

1. EL PERSONAJE HISTÓRICO: ANDRÉS GARCÍA ACOSTA, "FRAY ANDRESITO".

Andrés García Acosta, "Fray Andresito" o "el frailito Andrés" nació en la aldea de La Ampuyenta, Fuerteventura, a comienzos del siglo XIX, en el seno de una familia de campesinos. Vivió su infancia y juventud en su aldea natal y a partir de 1833 emigró a América, como muchos majoreros, estableciéndose primero en Uruguay y más tarde en Chile, en cuya capital falleció en el año 1853. Desde que llegó al Nuevo Mundo se vinculó a la Orden franciscana, primero en Montevideo y posteriormente en Santiago de Chile, donde ingresó en la Recoleta Franciscana y dedicó su vida al apostolado. De este modo el frailito Andrés pasó a formar parte de la nómina de emigrantes canarios que se dedicaron al trabajo religioso en América.

La labor apostólica, social y caritativa que desarrolló en Santiago de Chile, le granjeó una gran popularidad entre distintos sectores sociales santiaguinos, que se ha extendido hasta nuestros días. Fruto de esa popularidad han sido los numerosos estudios y biografías sobre su persona que se han publicado y se continúan editando, sobre todo en Chile. A través de estos estudios se han difundido múltiples rasgos de su personalidad y su quehacer en aquel país, por lo que hoy es bastante conocida su biografía americana. Fue un personaje que destacó por su trabajo social y religioso. Su popularidad en Chile es inmensa y su trabajo humanitario y religioso ha motivado que desde aquel país se haya impulsado una causa de beatificación que aún sigue en curso.

2. BIOGRAFÍA DE ANDRÉS GARCÍA ACOSTA "FRAY ANDRESITO".

Andrés Antonio María de los Dolores fue el tercer hijo de Gabriel García y Agustina de Acosta. Nació en La Ampuyenta el 10 de enero de 1800 y fue bautizado el 18 del mismo mes en la iglesia parroquial de Santa Ana, de Casillas del Ángel. Le administró el bautismo el Teniente Beneficiado José Ramón Velázquez y fue su padrino el Presbítero D. Antonio Mena del Castillo.

Andrés García vivió en su pueblo natal hasta 1833, año en que emigró a Uruguay, en cuya capital, Montevideo, se estableció hasta 1839. En este período desempeñó los oficios de labrador, obrero de la construcción, enfermero y vendedor ambulante de objetos piadosos, hasta que ingresó en el convento franciscano de aquella ciudad, donde ya se encontraba a mediados del año 1834, ejerciendo el oficio de limosnero.

A finales de 1838 fue clausurado el convento en que vivía y como consecuencia de ello decidió abandonar el país, junto a Fray Felipe Echenagussia, para trasladarse a Chile, donde ambos ingresaron en la Recoleta Franciscana en el mes de julio de 1839. Allí ejerció los trabajos de ayudante de cocina y limpieza y de portero, hasta que poco después de su ingreso se le asignó nuevamente el empleo de limosnero. El desempeño de esta actividad le llevó a recorrer diariamente las calles de Santiago de Chile, donde paulatinamente fue granjeándose el afecto y la simpatía de las gentes, que comenzaron a llamarlo "Fray Andresito".

Falleció en Santiago de Chile el día 14 de enero de 1853, cuando ya se había convertido en un personaje entrañable, con una enorme popularidad, cuya estela llega hasta nuestros días.

"Fray Andresito" ha sido considerado por algunos autores "... uno de los personajes más fascinantes y enigmáticos del siglo XIX chileno", un personaje con una gran repercusión social que ha dejado "... una profunda huella... entre los santiaguinos y, especialmente, entre los sectores populares", con una "fuerte presencia en la memoria de los chilenos y chilenas, con posterioridad a su muerte; presencia que podemos percibir hasta el día de hoy en la Plaza de Fray Andresito del populoso barrio de la Recoleta". Fue tan popular y conocido en Santiago de Chile que, en palabras de uno de sus biógrafos "... pocos hombres pueden gloriarse de haber obtenido en Santiago más popularidad durante su vida".

La repercusión social que ha tenido este personaje en la capital chilena se refleja en los numerosos estudios sobre su vida que se han publicado desde que, tras su muerte, su coetáneo y amigo Fray Manuel de la Cruz Villarroel, publicara su primera biografía titulada "Vida del hermano donado de la Recoleta Franciscana Fray Andrés García". Desde entonces han sido varios los autores que se han interesado por la figura de Fray Andresito, contribuyendo con sus trabajos a difundir la historia y la vida de este personaje.

La mayor parte de las obras sobre su vida se centran en los años que vivió en América y han dado a conocer múltiples rasgos de este personaje, desde su aspecto físico, "... un hombre de estatura pequeña, de rostro moreno, de mirada agradable, de pasos lentos y moderados: cubierto con un burdo saco y en su pequeña cabeza un tosco y grande sombrero", hasta su carácter, personalidad, quehacer cotidiano, inquietudes religiosas, sociales y humanitarias, repercusión de su trabajo en la sociedad en la que vivió, etc. En definitiva han posibilitado conocer la biografía de Andrés García Acosta desde que comenzó a ser "Fray Andresito" hasta su fallecimiento en la Recoleta Franciscana de Santiago de Chile.

Pero esa etapa de su vida -sin duda, la más fecunda- representa cronológicamente menos de la mitad de su existencia. Vivió en América desde 1833 a 1853, es decir, veinte años, mientras que el resto de su vida, 33 años, transcurrieron en su aldea natal, La Ampuyenta, en la isla de Fuerteventura.

Emigró a América en edad adulta, por lo que resulta obvio que ya contaba con una personalidad bastante formada y con una cultura que no podía ser otra que la propia del lugar en el que vivió sus primeros 33 años, y que constituyó el equipaje cultural que llevó a América con su maleta de emigrante. Ese bagaje cultural, enriquecido por la experiencia de la emigración y por la asimilación de la cultura de los lugares en que vivió al otro lado del Atlántico, conformaron definitivamente su personalidad.

Los numerosos estudios que se han publicado sobre su vida y su obra nos han permitido conocer cómo era Andrés García en América y la labor religiosa, social y humanitaria que allí desarrolló. Pero Àcómo era en Fuerteventura? Indudablemente no resulta fácil responder a esta pregunta, debido a que carecemos de abundantes fuentes para analizar su personalidad antes de su partida a América, pues no debemos olvidar que Andrés García Acosta en Fuerteventura fue un campesino anónimo y en muy escasas ocasiones dejó su huella en los registros y documentos oficiales. No obstante, a través del análisis de los rasgos de su personalidad descritos por sus biógrafos americanos, de los escasos datos que existen sobre su vida en Fuerteventura y de las características del ambiente familiar, social, económico, político, cultural y religioso en que transcurrieron los primeros 33 años de su vida, se pueden extraer algunas claves que nos aproximen un poco más al conocimiento de este personaje. Seguidamente destacamos distintos aspectos de su biografía.

2.1. Andrés García, "Fray Andresito", un campesino majorero.

Como hemos indicado anteriormente, Andrés García vino al mundo en el seno de una familia de campesinos residentes en el pueblo de La Ampuyenta, siendo el tercero de cinco hermanos. Se crió en este pequeño pueblo, cuyos vecinos se ocupaban en las labores agrícolas, ganaderas, pastoriles, domésticas, etc. Su casa estaba cerca de la ermita de San Pedro de Alcántara, a la que acudía el vecindario para los oficios religiosos, y de una casa de franciscanos del convento de San Buenaventura de Betancuria, entonces capital de la isla.

Los conocimientos que Andrés García pudo adquirir mientras crecía fueron, por una parte, los saberes tradicionales propios de una sociedad rural como la de Fuerteventura de aquella época, que se transmitían oralmente de generación en generación y que, indudablemente, estaban vinculados a las actividades agropecuarias, domésticas y comunitarias. Los saberes vinculados a las actividades reseñadas constituían buena parte de la cultura de la mayoría de los majoreros contemporáneos de Andrés García y, por tanto, fue la cultura que él pudo observar y aprender desde niño. Con toda probabilidad se ocupó del cuidado de ganados y de labrar las tierras de su familia y las suyas propias. De hecho su familia contaba con algunas suertes de tierra que destinaban al cultivo de cereales, barrilla y frutales; sabemos también que él fue pastor y que se alimentó de leche de sus cabras, porque así lo manifestó a algunas personas que conoció en América, y que en Montevideo desempeñó, entre otros oficios que no precisaban especial cualificación (peón, vendedor ambulante), el de labrador, que era el trabajo más común de su tierra natal.

Por otra parte, Andrés García también tuvo la posibilidad de adquirir otros conocimientos, ya que contaba con unas herramientas que poseían muy pocos majoreros de su tiempo; sabía leer y escribir. No sabemos con exactitud donde aprendió estas técnicas, pero podemos apuntar varias vías posibles de aprendizaje; por un lado, su padrino, el Presbítero D. Antonio Mena del Castillo, era una persona culta que pudo enseñar los rudimentos de la lectura y la escritura a su ahijado; por otro lado, Pedro Nolasco Fernández, padrastro de nuestro personaje, sabía leer y escribir y dado que convivió con él desde que contaba seis años de edad, también pudo ser su maestro. Además, cabe la posibilidad de que aprendiera con los franciscanos del convento de Betancuria que acudían a la casa que tenían en La Ampuyenta, o bien en alguna escuela de primeras letras, aunque no hemos podido constatar la existencia de escuela en Casillas del Ángel con anterioridad al año 1840.

Otra fuente de aprendizaje religioso para Andrés García fue la contemplación de los cuadros de la ermita de La Ampuyenta. En este sentido no debemos olvidar que en el período que nos ocupa el arte sacro se utilizó para transmitir los valores morales de la sociedad de entonces. Muchas de las pinturas que observamos en nuestros templos tenían el carácter de historias contadas a través de la imagen; en ellas, con frecuencia, prevalecía la intencionalidad narrativa sobre la calidad artística. Ello ocurre en el caso de las pinturas que decoran la ermita de La Ampuyenta y la "lectura" que de ellas hizo Andrés García se refleja claramente en una composición poética que dedicó al patrono de su pueblo, San Pedro de Alcántara.

Pero aparte de la indudable influencia que ejercieron las obras pictóricas reseñadas en Andrés García, fue el conocimiento de la lectura y la escritura lo que le permitió adquirir una formación basada en la lectura de los libros que llegaban a sus manos, que no estaba al alcance de la inmensa mayoría de sus convecinos. Y esta formación fue la que le posibilitó desarrollar sus habilidades como poeta popular, predicador y enseñante, así como realizar una importante actividad en las comunidades en que vivió. Al respecto sabemos que ya en su aldea natal "... al ponerse el sol enseñaba la doctrina cristiana a los niños de los alrededores de su casa y cantaba alabanzas a la virgen María", actividad que continuó en Chile, donde "... se ocupaba de enseñar la doctrina cristiana a los pobres que se reúnen a las puertas del convento...", de dirigir algunas exhortaciones y reflexiones de tipo religioso a los frailes y de leer "... obras morales, y ... escribir algunas cosas ... empleándose en estas ocupaciones hasta una hora muy avanzada de la noche". Fruto de esta actividad son, por una parte, las exhortaciones, historias de vidas de santos -como la de San Alejo-, preceptos morales y poemas religiosos -como el soneto a Jesús Crucificado de Santa Teresa de Jesús-, que recitaba en el convento o en las reuniones de personas que con tal fin congregaba; y, por otra parte, los cuadernillos y papeles sueltos que se encontraron en su celda de la Recoleta Franciscana después de su muerte, en los que había escrito oraciones, recetas de cocina, cuentas, remedios medicinales y composiciones poéticas.

2.2. Andrés García, "Fray Andresito", poeta popular.

Fray Manuel de la Cruz Villarroel, primer biógrafo de Fray Andresito, nos refiere su afición a la composición y recitado de versos del siguiente modo: "... se entretenía en sacar versos, dejando hablar su corazón ... El no conocía las leyes de la métrica, ni tenía nada de ese numen poético, que da la naturaleza y que no se adquiere con el arte; pero sea como fuere, el sacaba versitos, casi siempre los aprendía de memoria, y, en el comedor de los Religiosos ... los pronunciaba algunas veces, y otras los cantaba al son de su pandero, instrumento que había tocado también en los nueve días de la novena".

Las composiciones poéticas de Fray Andresito, recogidas por Villarroel, son coplas, décimas, romances y oraciones. Entre las primeras se encuentran unas coplas dedicadas al Niño Jesús, que al parecer cantaba durante la celebración de la Navidad; las coplas a Santa Filomena; las coplas a la Virgen María; las coplas a San Francisco de Asís; las coplas a San Pedro de Alcántara; las coplas dedicadas a un novicio; y las coplas al Espíritu Santo.

Algunas de estas composiciones, concretamente las coplas a la Virgen María, a San Francisco de Asís y a San Pedro de Alcántara, han sido estudiadas por el investigador D. Francisco Navarro Artiles, quien ha puesto de relieve que presentan el mismo esquema métrico que las coplas a la Virgen de la Peña de Fuerteventura. Éstas aparecieron en la isla a comienzos del siglo XVIII, son muy populares y continúan recitándose actualmente durante la celebración de la romería anual a la patrona insular, en el mes de septiembre.

Señala también Navarro Artiles que el esquema métrico de estas composiciones se sitúa en la órbita del zejel, que tiene su origen en la poesía árabe, desde la que pasó a la poesía arábigo-andaluza y, posteriormente, a las formas poéticas de los trovadores medievales hispánicos. Asimismo indica que el zejel es una "... estrofa cambiante y dúctil: puede funcionar con versos tetrasílabos, hexasílabos y octosílabos; con rimas consonantes, asonantes o sin rimas; puede llevar estribillo o no. Todas estas combinaciones quedan al arbitrio del poeta". Y concluye el citado investigador que "Fray Andresito conoció la estrofa de las Coplas a la Virgen de la peña, en Fuerteventura" y que llevó a Montevideo "... un rico y valioso tesoro poético: las Coplas a la Virgen de la Peña, los cantares, los romances religiosos, conservados hasta hoy en la tradición oral de la isla, entre ellos, el "Romance de Santa Filomena", y las vividas impresiones de los cuadros de la ermita de San Pedro de Alcántara, de su pueblo natal. Con ellos, y con unas cuantas lecturas hagiográficas ... elaboró su sencilla poesía devota, salpicada de versos tradicionales majoreros".

Las mismas características y concomitancias que observó Navarro Artiles entre las coplas a la Virgen de la Peña y las coplas de Fray Andresito que él estudió, se presentan en el resto de las coplas compuestas por Fray Andresito que han publicado sus biógrafos.

Además de las coplas a que nos hemos referido, Andrés García recitaba en la Recoleta Franciscana otras composiciones similares, así como varias décimas, quintillas, redondillas, octavas, romances y oraciones en verso.

Estas composiciones presentan semejanzas con la tradición literaria popular de la isla, especialmente con las composiciones de carácter religioso, que tuvieron amplia difusión en todo el Archipiélago Canario.

Tanto las composiciones poéticas de Fray Andresito, como otras que se encontraban en sus escritos y que probablemente fueran recogidas por él de la tradición oral, revelan el conocimiento que tenía de la literatura popular de su isla natal, fecunda en cantares, coplas, décimas, romances, rezados, dichos y refranes. Esta tradición se ha ido perdiendo como consecuencia de la pérdida de su funcionalidad, debida a los cambios económicos, sociales y culturales que se han operado en la isla en las últimas décadas, pero estaba plenamente vigente en los años en que Andrés García vivió en la isla.

Esta literatura popular se nutría de la tradición literaria anónima, transmitida oralmente por recitadores, y de las composiciones propias de los poetas populares locales, que al difundirse y popularizarse eran recitadas por muchas personas y pasaban a formar parte del patrimonio colectivo.

Actualmente quedan en la isla muy pocos recitadores y poetas populares, pero en el pasado existió una amplia nómina, de la que debió formar parte Andrés García; las composiciones poéticas que recitaba y componía en América así parecen indicarlo al evidenciar sus paralelismos con la tradición literaria popular majorera.

2.3. Andrés García, "Fray Andresito", conocedor de la medicina popular.

Varios biógrafos de Fray Andresito refieren que conocía remedios medicinales para muchas dolencias que "... eran muy queridos por la gente y eran solicitados expresamente ...", se trataba de "... medicinas naturales, pócimas y ungüentos que recomendaba a los enfermos y explican muchas de las curaciones que se le atribuyen", y que, sin duda, contribuyeron a aumentar su popularidad en Santiago de Chile, donde muchas personas de diferentes estratos sociales acudían a él con la esperanza de sanar sus enfermedades.

Fray Manuel de la Cruz Villarroel, en relación con esta faceta de la personalidad de Andrés García, afirma que sabía muchos remedios caseros que preparaba él mismo, y que entre sus pertenencias se encontraban dos antiguos libros de medicina y "doce papelitos y dos pequeños cuadernos en los que se hallan algunas recetas para curar las enfermedades más comunes". En uno de estos cuadernos el propio Andrés García había anotado "Para el simple uso del hermano Andrés García, Médico con la gracia del Señor y de todos los Santos, y las benditas almas del Purgatorio y en particular las ánimas de los Sacerdotes, y en particular la ánima del Padre Infante, de quien espero recibir muchas mercedes; y en particular de la madre de los Santos María Santísima, bajo cuyo patrocinio espero vivir confiado me ha de sacar con ventura de esta triste vida; y que viviendo aquí, sirviendo a Dios y a nuestro Patriarca de los pobres Francisco, nos dé el premio en la otra vida, que es lo que todos deseamos. Así sea. Además de estos apuntes, Andrés García contaba con una serie de utensilios para preparar sus remedios curativos como tarros, morteros, frascos y diversos recipientes de barro y vidrio, que actualmente se conservan en el convento de la Recoleta Franciscana de Santiago de Chile.

Las recetas medicinales aplicadas por Fray Andresito, escritas por él mismo, se encuentran en el Archivo Franciscano de la Provincia de la Santísima Trinidad de Chile, en la sección Siervo de Dios Fray Andresito. Del estudio de estas recetas se desprende, por una parte, que Andrés García poseía un amplio conocimiento de la medicina popular tradicional; y, por otra parte, que su saber era mestizo, pues en él se fundían las tradiciones medicinales populares Canarias y de los países de América en los que vivió. Así, si observamos las relaciones de plantas que utilizaba, las enfermedades para las que las usaba y las aplicaciones que muchas de estas plantas tenían en la medicina popular canaria, podemos comprobar que la mayor parte de ellas eran utilizadas como remedio curativo a ambos lados del Atlántico y otras, las menos, eran propiamente americanas. En concreto, de las 27 plantas medicinales que tenía anotadas en sus apuntes, sólo 4 eran desconocidas en Canarias. El resto, un total de 23, formaban parte del catálogo de plantas medicinales empleadas en las islas. Por ello resulta probable que Andrés García adquiriera estos conocimientos de medicina popular en su isla natal y que posiblemente fuera una de las muchas personas que aplicaba estos remedios medicinales. Cuando emigró llevó consigo este saber, amplió sus conocimientos, incorporando remedios curativos propiamente americanos, y los aplicó a los que los demandaban.

En este sentido debemos destacar que durante los años que residió Andrés García en Fuerteventura, la medicina popular tenía una gran difusión, dado que era la única manera de curar las enfermedades que padecía la mayoría de la población. La isla careció de facultativos en medicina y de centros médicos hasta el siglo XX. Con anterioridad a esta centuria sólo se contó con la presencia de médicos de forma esporádica y por cortos períodos de tiempo, en que acudían a la isla expresamente solicitados por personas de las clases acomodadas para curar sus enfermedades.

Esta situación propició, por un lado, un amplio desarrollo de la medicina popular, que practicaban aquellas personas que adquirían una especial cualificación en esta materia y atendían a muchos convecinos; y, por otro lado, una gran difusión de una medicina de carácter doméstico, pues la mayoría de las personas conocían múltiples remedios curativos que aplicaban en el ámbito familiar o vecinal.

Consideramos muy probable que Andrés García conociera esta tradición medicinal durante los años que vivió en la isla y que la llevara a América, donde amplió sus conocimientos en este campo, incorporando a su saber la tradición de la medicina popular de los países en que residió. Así, sabemos que en Montevideo trabajó como enfermero, empleo al que quizá pudo acceder por sus conocimientos sobre remedios medicinales y por su vocación humanitaria. Posteriormente, en Santiago de Chile, continuó proporcionando sus remedios curativos caseros a todas las personas que los demandaban, incorporando a sus recetas plantas y otros productos medicinales de uso tradicional en aquel país.

2.4. Andrés García, "Fray Andresito", hombre religioso y humanitario.

Los rasgos más sobresalientes de la personalidad de Andrés García, según sus biógrafos, eran su profunda religiosidad y sus sentimientos humanitarios. Al respecto podemos encontrar en diferentes biografías, numerosos testimonios de que cumplía fielmente los preceptos de su religión, pues "... cada día se levantaba a las cuatro de la mañana para ayudar la primera misa; comulgaba diariamente y luego hacía su oración de acción de gracias ...", "... a las siete de a mañana, salía a pedir limosna ... para el convento y para otros fines piadosos, como las Ánimas del Purgatorio, la propagación de la fe y la devoción a Nuestra Señora de la Cabeza ...", "... regresaba al convento a la puesta del sol y en la noche rezaba con la comunidad ...", "... en sus visitas a los hogares incentivaba a la juventud a la vida religiosa y sacerdotal ...", "... por muchos que fueran sus quehaceres, jamás desistió de la práctica de sus devociones ...", "... ofrecía sufragios por sus conocidos y por cuantos muertos llegaban a su noticia ...".

Pero no sólo se ocupaba individualmente, o con la comunidad del convento, de sus devociones, sino que también ejercía la enseñanza de la religión; "... en la siesta ... se ocupaba de enseñar la doctrina cristiana a los pobres que se reúnen a las puertas del convento, con el fin de recibir la comida que siempre se reparte en las casas religiosas ..." y "... después de rezar con ellos las oraciones, animado por esa devoción y fervor extraordinarios que le eran peculiares, y que no pocas veces conseguía inocular a sus compañeros, les hacía algunas explicaciones sencillas sobre lo que acababan de recitar o les dirigía algunas platiquitas morales, amenizándolas siempre, ya con hechos que él mismo presenciara o en su patria y Montevideo o en sus correrías por la capital ...".

También cuentan sus biógrafos que tenía la costumbre de rezar novenas a los santos de su devoción, costumbre asimismo muy extendida en Fuerteventura y en Canarias en general hasta hace pocas décadas. En Chile continuó con devociones que ya le eran conocidas en su isla natal, como las ánimas del purgatorio, para las que fundó, "con el dinero que traía cuando arribó al país", otra capellanía de veinte misas rezadas y una cantada, pues "su caridad con las ánimas del purgatorio fue constante en todo el período de su vida ...".

Otras advocaciones que veneró en América y que asimismo eran comunes en su isla natal fueron las de Nuestra Señora de la Cabeza, patrona de la Recoleta Franciscana de Santiago de Chile, que también se venera en la ermita de Triquivijate, pueblo cercano a La Ampuyenta, San Pedro de Alcántara, patrono de su pueblo natal; el Ángel de la Guarda, titular de la ermita del cementerio de Casillas del Ángel; San Francisco, del que existen imágenes escultóricas y pictóricas en varios templos de la isla; San Antonio de Papua, representado en varias obras de arte sacro de Fuerteventura y patrono de los pueblos de Toto y Lajares; San Sebastián, que contó con una ermita propia en Vega de Río Palmas, hoy desaparecida, aunque la imagen se conserva en la ermita de Nuestra Señora de la Peña, patrona de la isla; y San Roque, patrono de Valles de Ortega, pueblo también cercano a La Ampuyenta.

Se trata, en general, de devociones difundidas por la orden franciscana que arraigaron en Andrés García, como en muchos fieles majoreros, pues, como hemos señalado en capítulos anteriores, ésta fue la única orden que se estableció en Fuerteventura y la que ejerció una mayor influencia en el arte sacro y en la población de la isla.

Directamente vinculado a la vocación religiosa franciscana de Andrés García está el trabajo humanitario, social y caritativo que desarrolló en Chile. De él dice su coetáneo y amigo F. Manuel de la Cruz Villarroel: "... su vida toda, y especialmente el largo período de ella que transcurrió entre nosotros, la dedicó a la práctica de la caridad".

Otros autores abundan en esta faceta de la personalidad de Andrés García, señalando que "movido por su afán de servicio, Fray Andrés se dirigía con frecuencia a las cárceles, hospitales y al hospicio con el fin de proporcionar ayuda a quienes ocupaban una posición marginal dentro de la sociedad santiaguina de la época", que "otra de las actividades cotidianas de Fray Andrés era la visita a las casas de la aristocracia santiaguina, donde compartía con ellos, aconsejaba a los enfermos y recogía importantes limosnas". Este deambular entre la gente "rota" la "gente decente", ejerciendo acciones caritativas y humanitarias, ha llevado a uno de los estudiosos de su vida a afirmar que logró el "... funcionamiento de redes de solidaridad que operaban por encima de las distinciones de clase".

Dentro de su trabajo social y pastoral también hay que destacar que "en los años 1848 y 1849 reunía, en la Recoleta Franciscana, todas las noches, a las 21 horas, a unos 50 obreros. Rezaban el Vía Crucis, tomaban una disciplina, decían algunas breves oraciones y finalizaban con algunas reflexiones del hermano. Entre los años 1850-51, Andrés, junto al P. Francisco Pacheco reunieron a los obreros de la "Hermandad del Corazón de Jesús". Dentro de la Hermandad se ayudaban en todas sus necesidades espirituales y materiales, en casos de pobreza, enfermedad, vejez y accidentes de trabajo".

La Hermandad del Sagrado Corazón de Jesús, impulsada por Fray Andresito en Santiago, ha sido calificada como "una institución religiosa de carácter mutualista que contó con capillas, escuelas y talleres, que se extendió de Santiago a otros lugares de Chile: Maipú, Rancagua y Valparaíso ...", e incluso ha sido considerada como "la primera organización auténticamente laboral que existió en el país ...", y como "una obra pionera en el movimiento asociativo laboral chileno".

La gran labor caritativa, social y pastoral desarrollada por Andrés García en América, permite pensar que siempre fue un hombre con una profunda vocación religiosa que comenzó a desarrollar en su pueblo natal, mediante la colaboración en la parroquia impartiendo las enseñanzas religiosas a los niños y quizá en otros menesteres que desconocemos. Y probablemente fue esa gran inquietud religiosa -unida a las circunstancias familiares y a los condicionantes socioeconómicos de la Fuerteventura de su tiempo- la que le impulsó a emigrar a América.

2.5. Andrés García Acosta, "Fray Andresito", un emigrante clandestino.

La emigración de población desde el Archipiélago canario hacia América comienza desde que se produce la conquista de las Islas Canarias por los europeos y se mantiene, como una constante histórica, hasta la década de los años sesenta del siglo XX, si bien la intensidad y los destinos geográficos de los flujos migratorios variaron según las épocas. En el siglo XIX se produce una importante corriente migratoria hacia el Río de la Plata, favorecida por múltiples condicionantes, entre los que cabe mencionar la propia tradición migratoria que ya tenía la población canaria; las políticas de atracción de inmigrantes que desarrollaron las repúblicas americanas, interesadas en atraer colonos para engrosar sus caudales demográficos; la formación de compañías para contratar y trasladar emigrantes, en las que participaron empresarios, capitanes de barcos y otros intermediarios de una y otra orilla del Atlántico, que convirtieron el tráfico de seres humanos en negocio rentable; la propaganda sobre las excelentes oportunidades que ofrecía América, difundida entre la población por los captadores de emigrantes; y los propios condicionantes socioeconómicos de las Islas Canarias, donde las frecuentes crisis de subsistencias desencadenaban el hambre, obligando a la población a desplazarse a otros lugares en busca de sustento.

Esta corriente migratoria decimonónica, en la que participaron numerosos vecinos de Lanzarote y Fuerteventura, islas especialmente azotadas por las sequías, tuvo un carácter clandestino hasta el año 1853. Hasta esta fecha las autoridades españolas sólo permitían la emigración a Cuba, Filipinas y Puerto Rico. Sin embargo, esta prohibición gubernamental no fue óbice para que numerosas expediciones clandestinas transportaran gran cantidad de personas hacia Río de la Plata.

Entre los numerosos majoreros que partieron para Montevideo de forma clandestina en el siglo XIX se encontraba Andrés García Acosta. Partió como un emigrante clandestino más, anónimo, en una época en que la emigración a Uruguay estaba oficialmente prohibida por las autoridades de su país.

Pero Àen qué momento emigró?, Àen qué barco zarpó?, Àcuándo llegó a América?, Àen qué puerto desembarcó?. Del mismo modo que no resulta fácil el estudio de las expediciones de emigración irregular, tampoco es tarea sencilla el determinar la ruta seguida por un emigrante anónimo que viajaba en una expedición clandestina; máxime cuando en este tipo de expediciones se podían dar circunstancias muy variadas entre los pasajeros, desde los que traspasaban sus bienes a los capitanes de los barcos, como forma de pagar los fletes, mediante ventas ficticias; los que contraían obligaciones a cumplir una vez llegados a América para el pago de los pasajes; los que disponían de dinero para abonar el flete en efectivo; o bien lo que obtenían con la venta de sus propiedades, pero a compradores distintos de a los organizadores de la expedición, etc.

Consideramos que los emigrantes que pudieron abonar sus pasajes sin realizar ninguna transacción de bienes u obligaciones con los responsables de la expedición, a excepción de pagarles el importe de su flete, son los más difíciles de localizar, dado que no tienen por qué aparecer necesariamente en documentos escritos; mientras que los que acudieron a algún notario para registrar los compromisos adquiridos con quienes les transportaban, aparecen en algún tipo de contrato o registro oficial. Y creemos que Andrés García Acosta pudo abonar su flete al responsable del barco en el que emigraba sin necesidad de traspasarle sus bienes. Decimos esto porque en 23 de marzo y 7 de mayo de 1833, Andrés García acudió al notario para vender sus propiedades; en la primera fecha vendió a su prima Bibiana Viera un pedazo de huerto de tres almudes por precio de 50 pesos, y en la segunda fecha traspasó a su vecino Francisco Pérez dos fanegas y ocho almudes de tierras, divididas en tres trozos, por precio de sesenta y siete pesos y un real. Ambas ventas le reportaron 117 pesos y un real, y el precio medio del flete en aquellos años oscilaba en torno a los 100 y 125 pesos, si bien podía haber variaciones. Por consiguiente, sólo con el importe de estas ventas pudo pagar el pasaje, sin tener que contraer con el patrón del barco que le transportaba otras obligaciones que necesitasen escriturarse.

En cuanto al momento en que emigró no nos es posible dar una fecha exacta, pero mediante la conjunción de las noticias aportadas por los biógrafos americanos de Fray Andresito y los datos aportados por la bibliografía sobre la emigración canaria clandestina en el XIX, podemos deducir que Andrés García partió para América entre el 7 de mayo y el mes de agosto de 1833.

Lo cierto es que el 15 de mayo de 1834 Andrés García ya estaba en América y desde allí escribió una carta a su padrastro contándole, entre otras circunstancias, "los trabajos del viaje", es decir, las penurias que pasó en el mismo. Andrés remitió la carta a su padrastro desde Miguelete, zona situada en las inmediaciones del arroyo homónimo, en Montevideo.

En América, Andrés García -como otros tantos emigrantes- emprendió una vida nueva. Se empleó como vendedor ambulante, labrador y obrero, hasta que ingresó como donado en conventos de la orden franciscana, primero en Montevideo y luego en Santiago de Chile.

3. EL PUEBLO EN QUE NACIÓ EL PERSONAJE: LA AMPUYENTA.

El pueblo de La Ampuyenta, lugar en el que nació Andrés García Acosta en el año 1800, se localiza en el área central de la isla de Fuerteventura, emplazado a 285 m de altitud sobre el nivel del mar, en las laderas de Montaña del Campo y del morro denominado El Castillejo. La desnivelación que presenta el terreno en el que se asienta el caserío determina su división en dos partes, una situada a mayor altura, a los pies de El Castillejo, y otra a menor altitud, que se extiende hasta las denominadas Casas de Abajo. La zona está drenada por los barrancos de La Noria y Cagaceite, que discurren en dirección a El Almácigo, pago situado al noroeste de La Ampuyenta, en el que se asientan varios vecinos.

En la parte alta del pueblo se localiza la casa en la que vivió Andrés García y el busto erigido en su recuerdo en un cruce de caminos cercano a la misma.

En general el pueblo está conformado por viviendas de tipología arquitectónica tradicional, predominando las viviendas de una planta, alternadas con cercados plantados de tuneras y algunos árboles, así como con terrenos de cultivo, aunque en la actualidad pocos están labrados. Los edificios más sobresalientes son la ermita de San Pedro de Alcántara, edificada en el siglo XVII; un hospital construido a finales del XIX por deseo del Dr. Mena, aunque no ha funcionado como centro sanitario; y la Casa Museo dedicada al citado Dr. Mena, hijo ilustre del lugar. También cuenta el pueblo con un centro cultural y un colegio de enseñanza primaria, situados cerca de la ermita.

Actualmente el pueblo tiene aproximadamente 191 vecinos y pertenece a la parroquia de Santa Ana y al municipio de Puerto del Rosario, de cuya capital dista 16,200 km.

La Ampuyenta es una aldea bastante antigua cuyo nombre, considerado de origen prehispánico, comienza a aparecer registrado en las fuentes escritas al menos desde el año 1610, con distintas variantes gráficas. Hasta finales del siglo XVIII este pueblo, como el resto de los que se fueron formando en la isla, dependía de la parroquia matriz de Nuestra Señora de la Concepción, única de la isla, y del Cabildo o Ayuntamiento, también único de la isla, radicados ambos en la villa capital de Betancuria.

En el año 1792 culminó un plan de reestructuración parroquial de Fuerteventura, promovido por los obispos Martínez de la Plaza y Tavira y Almazán, que supuso la creación de varios centros parroquiales, desmembrados de la parroquia de Betancuria. Durante los casi diez años que duró el proceso de división eclesiástica, La Ampuyenta fue uno de los lugares propuestos como sede parroquial, en atención a que distaba "... cinco y cuarto de legua de la capital y (se) halla en el sentro de los lugares de los Llanos, Tefía, Valle de Santa Inés, Antigua, Pocetas, Triquivijate, Cacillas del Ángel y Puerto ...".

Sin embargo esta iniciativa no llegó a prosperar y La Ampuyenta pasó a depender de la parroquia de Santa Ana, creada en 1790, con sede en Casillas del Ángel.

Este distrito parroquial estaba formado por el propio pueblo de Casillas del Ángel, que contaba con dos templos: la ermita del Santo Ángel, adosada actualmente al cementerio, y la iglesia de Santa Ana; el caserío de Llanos de la Concepción, en el que los vecinos habían erigido un templo dedicado a Nuestra Señora de la Ascensión, a finales del siglo XVIII; la aldea de Tefía con una ermita dedicada a San Agustín; y el pueblo de La Ampuyenta, donde desde 1681 D. Pedro Medina y Dña. Agustina de Bethencourt habían fundado la ermita de San Pedro de Alcántara. Junto a este templo existió una casa franciscana, única orden establecida en la isla, que tenía su convento en Betancuria.

La influencia de esta orden se percibe claramente en todos los templos de la isla y de un modo especial en la ermita de La Ampuyenta, que cuenta con un repertorio iconográfico muy vinculado a la sensibilidad y a los postulados difundidos por los franciscanos. A lo largo del siglo XVIII esta ermita fue decorándose con una colección de obras de arte sacro de clara influencia franciscana, entre los que cabe mencionar una serie de cuadros de gran formato que representan la vida de San Pedro de Alcántara, en los que se narran episodios como "San Pedro de Alcántara y la construcción del templo", "San Pedro levitando", "El tránsito de San Pedro de Alcántara" y el "Encuentro místico entre San Pedro de Alcántara y Santa Teresa de Jesús en un arrebato místico ante la Inmaculada". A ellos hay que añadir los cuadros que representan a San Pedro Papa, Santo Tomás de Aquino y San Buenaventura. Ecce Homo y un gran Cuadro de Ánimas. También cuenta esta ermita con un púlpito estructurado en casetones, en los que se representa a los apóstoles, y unas interesantes pinturas que decoran el primer cuerpo del retablo, representando a Santa Teresa de Jesús y la Virgen del Rosario, flanqueando la hornacina que acoge la imagen escultórica del santo titular del templo. Estas obras ya se encontraban en la ermita hacia mediados del XVIII y en la segunda mitad de la centuria se incorporó el segundo cuerpo del retablo, en el que se representa un Calvario, a cuyos lados se sitúan sendas pinturas de San Agustín y San Jerónimo, donadas en 1782 por los sargentos Gaspar de Mesa y Marcial Conrado. También se consideran de este período cronológico las pinturas murales que decoran el presbiterio, en las que se observan elementos arquitectónicos, figurando una especie de claustro conventual, y las imágenes de San Antonio de Papua, San Francisco de Asís y el Niño Jesús con la Cruz a cuestas.

Este conjunto de obras de arte convertían a la ermita de La Ampuyenta en la más rica de la parroquia de Casillas del Ángel desde finales del siglo XVIII.

A comienzos del siglo XIX, según la estadística de Escolar y Serrano, la parroquia de Casillas del Ángel tenía una población de 2.055 habitantes, repartidos en los distintos pueblos del distrito. Las principales actividades económicas que desarrollaban eran la agricultura, la ganadería y algunos oficios artesanales. La producción agraria se centraba en los cultivos de trigo, cebada, millo, garbanzos, papas, barrilla y algunos frutales, principalmente higueras y parras. La cabaña ganadera estaba compuesta por 2.800 cabras, 1.914 ovejas, 879 reses vacunas, 386 camellos, 292 burros, 200 cerdos y 50 reses caballares; el ganado menor y bovino producía leche, carne, cueros y quesos, y el mayor era empleado en los trabajos del campo y como medio de transporte de mercancías y personas. Los artesanos residentes en la parroquia eran un herrero, un carpintero, 5 albañiles, 14 zapateros y 15 pescadores. Los cargos eclesiásticos que se ocupaban de los templos del distrito parroquial eran un Beneficiado, un Teniente Beneficiado, dos Presbíteros Capellanes, un Sacristán, un Sochantre y dos Monacillos.

Tras las reformas administrativas introducidas por las Cortes de Cádiz de 1812, se creó el municipio de Casillas del Ángel, tomando como base territorial la jurisdicción parroquial. El pueblo de La Ampuyenta, junto con los demás que formaban la parroquia, se integró en este municipio hasta el año 1926, en que fue absorbido por el de Puerto de Cabras, hoy Puerto del Rosario.

A lo largo del siglo XIX, principalmente a partir de la década de los años treinta, el municipio de Casillas del Ángel, y con él la aldea de La Ampuyenta, fueron perdiendo vitalidad económica y demográfica como consecuencia de las sequías, las crisis de la barrilla y, ya en el último cuarto de la centuria, la depreciación de la cochinilla.

Esta progresiva decadencia se refleja claramente en la evolución de la población del municipio y del propio pueblo de La Ampuyenta. Así observamos que los 2.055 habitantes registrados para el municipio en 1802, habían descendido aproximadamente a 2.030 en 1829, a 1.226 en 1840 y a 785 hacia 1845-1850. En estos años centrales del siglo XIX el municipio tenía 360 casas; una escuela de primeras letras a la que acudían 17 alumnos; un cementerio, construido en 1835; la iglesia parroquial servida por un beneficiado; algunos manantiales en las montañas, donde los vecinos obtenían agua para el consumo humano y usos domésticos; algunos aljibes, donde recogían agua para el riego; y una economía basada en el cultivo de trigo, cebada, barrilla, papas y algo de cochinilla, la cría de ganado lanar y cabrío, la caza, la pesca, la elaboración de tejidos de tela e hilo, y un comercio de intercambio de sus producciones por los artículos que le faltaban.

Por su parte, en el pueblo de La Ampuyenta se registraban unas 97 familias en 1829, es decir, aproximadamente 480 personas, y 280 habitantes hacia 1845-50. En estas fechas la aldea aparece descrita como un "pago en la isla de Fuerteventura, prov. de Canarias, part. Jud. de Teguise, térm. Jurisd. de Casillas del Ángel. Este pago de varias casas dispersas ... se halla sit. al pie de la montaña llamada el Castillejo ... está bien ventilado y de clima saludable ... Tiene una ermita titulada San Pedro Alcántara, en la que se dice misa todos los días festivos, a expensas de sus vecinos; su vega de corta extensión y poco fértil, es algo a propósito para el arbolado: su terreno plano y propio para recoger las aguas llovedizas, medio por el cual se aseguran y aumentan las cosechas; habiendo en la montaña algunos manantiales, que en otro tiempo se aprovecharon para el riego. Prod.: trigo, cebada, barrilla, mijo y cochinilla. Ind. y comercio: una y otra se reduce al tejido de telas de lana e hilo ...". Algunos años más tarde, en 1865, el pueblo contaba con 239 habitantes y tenía 62 casas de un piso y una vivienda de dos plantas, de las cuales 19 estaban deshabitadas.

De todo lo expuesto podemos inferir que entre 1800 y 1833, período en que vivió Andrés García Acosta en la isla, La Ampuyenta era una aldea rural en la que moraban aproximadamente un centenar de familias que, como la mayoría de los habitantes de la isla, se dedicaban fundamentalmente a la agricultura y a la ganadería. Los quehaceres propios de las actividades agropecuarias y domésticas ocupaban la vida cotidiana de las gentes. La monotonía de la vida rural sólo era alterada por las fiestas de carácter familiar, la asistencia a los oficios religiosos y la celebración de la fiesta del patrono del pueblo, San Pedro de Alcántara, el 29 de octubre, en la que participaba todo el vecindario y gentes llegadas de otros pueblos de la isla.

Entre las familias campesinas que habitaban en esta aldea se encontraba la de Andrés García Acosta.

4. LA CASA EN QUE NACIÓ Y VIVIÓ EL PERSONAJE: LA CASA DE FRAY ANDRESITO.

La casa en la que nació y vivió Andrés García Acosta está situada en La Ampuyenta, en el camino de La Oliva. Tanto la edificación como el terreno que la rodea formaron parte en el pasado de una finca mayor, conocida como el "sitio de María García y cercadito de la cuesta". Esta denominación alude al nombre de una de sus propietarias, María García, que es, con toda probabilidad, María Felipa García Acosta, hermana de Andrés García Acosta, cuyo segundo nombre, si bien aparece en el registro de su bautismo, no consta en el resto de los documentos y registros públicos en que intervino a lo largo de su vida, como el acta de su matrimonio, las partidas de nacimiento de sus hijos y las escrituras de venta de sus bienes, donde siempre se le denomina María García.

Posiblemente la casa fue habitada por Andrés García hasta su partida a América en 1833, posteriormente fue ocupada por su hermano Eugenio, pues en la carta que Andrés García recibió en América en 1835, su padrastro le informa de que "tu hermano Eugenio vive en las casas vuestras..."; y tras ser abandonada por Eugenio y su familia, que, como ya hemos expuesto, creemos que emigraron a América hacia el año 1838, pudo ser ocupada por la familia de María García, con cuyo nombre se conocía el sitio en el que estaba emplazada la casa hasta que fue donada al Cabildo de la isla.

La casa fue visitada por el Obispo D. Miguel Serra y Lucarrats el 14 de diciembre de 1925, durante su visita pastoral a la isla, acompañado por varios miembros del clero, las autoridades civiles y numerosos vecinos de La Ampuyenta. En aquel momento tanto la edificación como la finca que la rodeaba pertenecían a D. Francisco Medina Berriel, Presidente del Cabildo de la isla, que acompañaba al Obispo en su visita. El Prelado manifestó entonces su "... deseo más interesado de que esta casita se conserve siempre en el mismo estado de ornamentación en que hoy se encuentra, ya que cualquier adorno que se le ponga con ánimo de embellecerla, la haría perder su propio carácter. A su alrededor, pero sin tocarla a ella, puede su dueño construir lo que quiera, aunque le agradeceríamos que todo estuviera inspirado en los sentimientos religiosos que esta propiedad hace sentir. Siempre alabaríamos el celo de este señor, si de esta manera quisiese conservar y enaltecer esta casita que debe ser mirada y tratada siempre con respeto y devoción".

La sugerencia del Obispo fue tomada en consideración por el entonces Presidente del Cabildo y, años más tarde, segregó una parte de la finca en la que se encontraba la casa y la donó al Cabildo Insular, con el fin de que se restaurara y conservara. La escritura de donación fue suscrita por el matrimonio formado por D. Francisco Medina Berriel y Dña. Antigua Jordán Velázquez el 23 de diciembre de 1955, en la capital de la isla, ante D. Álvaro Sánchez Sánchez, notario de Arrecife (Lanzarote), que actuaba como sustituto de la notaria vacante de Puerto Cabras (hoy Puerto del Rosario). Intervinieron en la misma los mencionados donatarios y el entonces Presidente del Cabildo D. Roque Calero Fajardo, que actuaba facultado por un acuerdo del Pleno de la Corporación de fecha 28 de septiembre de 1955, que le autorizaba para "... el otorgamiento de la escritura notarial de donación graciosa que hace a esta Corporación los esposos D. Francisco Medina Berriel y Dña. María Antigua Jordán Velázquez, de la casa de Ampuyenta donde nació y vivió el Beato Fray Andrés García Acosta".

La parcela donada incluía "un hueco de casa con establo de animales contiguo, y terreno que la rodea sito en Ampuyenta, jurisdicción de Casillas del Ángel, hoy Puerto de Cabras. Tiene una superficie de cuatrocientos cincuenta metros cuadrados y su entrada por la serventía del Este, en un ancho de cuatro metros. Linda por su cuatro puntos cardinales, con la finca de que procede". Esta parcela se segregaba de otra finca mayor, propiedad de los donantes, que habían adquirido por compra a D. Pedro Alonso García el 13 de noviembre de 1925; dicha finca matriz aparece descrita del siguiente modo: "Un sitio denominado de María García y cercadito de la cuesta, con un hueco de casa y establo de animales contiguo. Mide cinco celemines y un cuartillo, o sesenta y una áreas, cincuenta centiáreas y cuatro mil veintinueve centímetros cuadrados. Linda: Norte, terrenos de Dña. María de la Antigua Jordán Velázquez; Sur, terrenos de Dña. Felipa Viñoly Cerpa y herederos de D. Santiago Rodríguez; Este, serventía pública y terrenos de D. Manuel Alfaro Rodríguez, hoy sus herederos; y Oeste, terrenos de D. Manuel Alfaro Rodríguez, hoy sus herederos".

En el momento en el que se cedió al Cabildo la casa se encontraba bastante deteriorada, por lo que se procedió a su restauración, se edificó una pequeña dependencia adosada a su lado norte y se construyó el muro o barbacana que la rodea, con un portal de acceso que da a un camino público, denominado camino de La Oliva. Desde entonces se han llevado a cabo varios trabajos de restauración, mantenimiento y adecentamiento, tanto de la edificación como del entorno.

La casa, tal como ha llegado hasta nuestros días, resulta demasiado pequeña para una familia de seis o siete personas como era la de Andrés García. Sin duda, la vivienda había sido mayor en el pasado, pues en 1820 la familia declaraba tener una casa de cinco huecos, es decir, de cinco habitaciones, y cuando fue traspasada al Cabildo contaba, según la escritura de donación, con un establo que hoy no se conserva y con varios muros derruidos, que se pueden apreciar en la fotografía realizada después de que la adquirió el Cabildo, que incluimos en este trabajo. Probablemente la casa estuvo abandonada durante años y se fue deteriorando y arruinando hasta sólo conservar en pie parte de la misma.

En la actualidad, y tras las restauraciones realizadas, se conservan dos habitaciones que poseen los rasgos propios de la arquitectura tradicional de la isla. La habitación de mayores dimensiones tiene forma rectangular con techumbre de mojinete (dos aguas), cubierta de torta y aletas de piedra blanca. El interior del techo está realizado con vigas de madera y cañas; los muros son de gran grosor y están fabricados con piedra, barro y cal; no tiene ventanas y cuenta con una sola puerta, de sencilla tablazón de madera, orientada al sur. Al lado norte de la citada habitación se adosa una dependencia de menor tamaño, de techo plano, construida asimismo con piedra. Toda la edificación está rodeada de una barbacana alta de piedra, albeada, con una portada de acceso en el lado este.

En el interior de la habitación mayor se encuentran una serie de paneles adosados a la pared, en los que se narra la biografía de Fray Andresito y varias imágenes del mismo, así como un parco mobiliario constituido por un banco y dos sencillas mesas, en las que numerosas personas depositan ofrendas y donativos; en una de las mesas también se encuentra un libro en el que los visitantes anotan mensajes. En la dependencia pequeña se depositan asimismo diversos donativos.

La casa es uno de los escenarios en los que cada año se celebra una fiesta en honor de Fray Andresito, coincidiendo con el 14 de enero, día de su muerte. Las celebraciones consisten fundamentalmente en diversos actos culturales y recreativos en el Centro Cultural del pueblo, la Eucaristía en la ermita de San Pedro de Alcántara y una procesión con la imagen de San Pedro hasta la Casa de Fray Andresito.

5. LA FIESTA EN HONOR DE FRAY ANDRESITO EN LA AMPUYENTA.

La primera fiesta en honor de Fray Andresito en La Ampuyenta se celebró en 1917, según se recoge en la tradición oral de este pueblo. En el año 1995, durante la celebración de esta fiesta, se realizó una grabación en vídeo de la misma en la que participaron varios vecinos, uno de los cuales, D. Norberto Betancort, decía: "La primera que yo recuerdo fue por el 1917 y claro como era la primera y se ajuntó mucha gente porque los curas que lo sabían vinieron de todos los pueblos y se ajuntó, se ajuntó mucha gente. Celebraron una fiesta a mi parecer porque la vi y no cabía la gente por aquellos callejones, aquellos cercados allí, para poder, porque fue una fiesta muy grande".

Actualmente se continúa celebrando esta fiesta, en cuya organización intervienen la Asociación de Vecinos de La Ampuyenta, la parroquia de Santa Ana, el Ayuntamiento de Puerto del Rosario y el Cabildo de Fuerteventura. Entre los actos más relevantes de la misma está la Eucaristía, que se celebra en la ermita de San Pedro de Alcántara, seguida de una procesión nocturna con la imagen de este Santo hasta la casa de Fray Andresito. El recorrido de la procesión se alumbra con antorchas y hogueras como recuerdo de tiempos pasados, en que se iluminaba de este modo debido a que el pueblo no contaba con luz eléctrica. Otras actividades programadas para esta fiesta suelen ser charlas, conferencias, exposiciones, ediciones de folletos y diversos actos deportivos y recreativos, que se desarrollan en el Centro Cultural del pueblo. En los últimos años han participado en la fiesta, junto a los vecinos de La Ampuyenta y de otros lugares de la isla, varias personas llegadas desde Chile, como invitados a los actos culturales y religiosos, así como algunos emigrantes sudamericanos establecidos en la isla, muchos de los cuales ya conocían la figura de Fray Andresito en sus lugares de origen.

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DELIMITACIÓN DE LA CASA DE FRAY ANDRESITO Y ENTORNO DE PROTECCIÓN.

La casa de "Fray Andresito" tiene una superficie aproximada de 64,83 m2. Los puntos que delimitan la edificación son los señalados en el anexo II. Van desde el 1º al 6º, correspondiendo a las coordenadas UTM que se relacionan en el citado anexo II.

El entorno de protección de la casa de "Fray Andresito" tiene una superficie aproximada de 558,13 m2. Está constituido por el espacio inmediato y contiguo al inmueble "Casa de Fray Andresito" y delimitado exteriormente por un muro alto o barbacana, formando un recinto cerrado, con una portada de acceso que da al camino público denominado "camino de La Oliva".

La delimitación externa del entorno transcurre en todos sus lados por el muro alto citado, o que rodea la casa; quedando definida la delimitación por los puntos 1 a 6 marcados en el anexo II y las coordenadas UTM correspondientes, también descritas en el anexo II.

El entorno de protección queda constituido por el espacio que circunda el edificio, protegiéndolo, y constituyendo un recinto cerrado que imprime un carácter de recogimiento al lugar.

Puerto del Rosario, a 1 de febrero de 2005.- La Jefa de Servicio de Patrimonio Histórico, Rosario Cerdeña Ruiz.- El Técnico de Patrimonio Histórico, Ignacio Hernández Díaz.

Ver anexos - páginas 4416-4419

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