Arico el Nuevo
Isla: Tenerife
Municipio:
Arico
Categoria: Conjunto Histórico
Declaración: Decreto 14/2007, de 5 de febrero
Emplazado entre los barrancos de La Atalaya y Lere o los Caballos, sobre el Lomo de la Quinta, a unos 350 m de altitud, el caserío se alinea a lo largo del antiguo camino que unía la Degollada (pago que se encuentra sobre la carretera general a cota 450 m) y el Porís de Abona, como puerto histórico de la zona. Esta disposición longitudinal se estructura sobre el estrecho eje del Lomo de la Quinta, descendiendo desde la carretera general del sur hasta el cementerio.
Arico Nuevo posee una traza lineal a lo largo de la calle la Luz, bifurcándose en la plaza homónima, para volverse a unir pendiente abajo en dirección a El Porís. El caserío está constituido por edificaciones de 1 y 2 plantas, patios interiores y graneros. En la parte alta del pueblo hallamos la plaza y la ermita, núcleo alrededor del cual se fabricaron las principales -que no las más antiguas- casas, y a partir del que se alineó la primera calle, la de la Luz. Desde la plaza parten también las otras vías de importancia: la de las Cuevas, la Trece de Septiembre y los Cangueros. De la calle Trece de Septiembre parten, a su vez, las de 25 de Julio y la calle Nueva, que cierran el casco histórico del pueblo.
Las casas se dispusieron dentro de un concepto más urbano, sensiblemente distinto a lo que ocurría en la arquitectura doméstica del Lomo, pero con la salvedad de que en las primeras levantadas, no se atenían a una simetría en la disposición de los vanos.
Esta asimetría es, por otra parte, común en la arquitectura doméstica canaria del XVIII. A destacar: la del "Patio de don Diego", la de los Rodríguez de Azero, la de Peraza de Ayala, la de los González Cano (ya del siglo XIX), Alfonso García, Rodríguez, etc.
Por decreto del obispo fray Albino González, el 18 de noviembre de 1929, fue erigida en parroquia la ermita de Nuestra Señora de La Luz, desgajándose de la hasta entonces parroquial de San Juan Bautista de Arico.
Las obras de la primitiva ermita comenzaron en 1768, previa donación de terrenos por parte del capitán Gil Gómez Morales. La obra resultante consistió en un pequeño templo de planta rectangular, sin presbiterio diferenciado, con techumbre de madera a tres aguas. La fachada constaba de un arco de medio punto labrado en cantería y espadaña al lado superior izquierdo.
Martínez de la Peña afirma que la modestia de esta construcción, más que a la cicatería de los nuevos vecinos, se debió a la coincidencia con la fabricación de sus propias casas y con las obras que por aquel tiempo se ejecutaban en la parroquial de San Juan, y a la cual también debían hacer frente.
En 1895 se produjo una primera ampliación, por la cabecera del templo. Se le añadió una capilla mayor, de mayor altura que la nave, con techado a cuatro aguas y de planta cuadrada. En la fachada se construyó el óculo que se divisa sobre el arco de medio punto, y se reformó la espadaña, resultando en cantería y polibulada.
El templo padeció una nueva ampliación en la década de los cuarenta del siglo pasado. Esta desgraciada actuación, que obedecía a la voluntad estética del obispo fray Albino, llevó, entre otros dislates, a la ejecución de dos torres de estilo islámico y de un retablo mayor en hormigón.