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BOC Nº 090. Miércoles 10 de mayo de 2023 - 1436

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III. Otras Resoluciones - Consejería de Educación, Universidades, Cultura y Deportes

1436 Dirección General de Patrimonio Cultural.- Resolución de 19 de abril de 2023, por la que se acuerda la incoación del expediente de declaración como Bien de Interés Cultural, con la categoría de Técnica Artesanal Tradicional, “La Técnica de la Roseta”, en el ámbito de Canarias.

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ANTECEDENTES DE HECHO

Con fecha de 28 de enero de 2021, tuvo entrada en esta Dirección General oficio de remisión de la Consejera Insular del Área de Empleo, Desarrollo Socioeconómico y Acción Exterior del Cabildo Insular de Tenerife con la presentación de la documentación correspondiente para la iniciación del expediente declaración de la Técnica de Elaboración de la Roseta, Bien de Interés Cultural, al que acompañaban:

• Memoria y anexos de la Roseta.

• Ampliación de la memoria al incluir la Roseta en Lanzarote.

• Notificación y documento de adhesión por parte del Cabildo de Lanzarote al expediente de declaración BIC de la Técnica de la Roseta.

El oficio de remisión insta a la Dirección General de Patrimonio Cultural a la declaración como Bien de Interés Cultural, de la Técnica de la Roseta, dada la importancia cultural, artesanal, social, económica y en definitiva de patrimonio cultural que en su momento tuvo en Tenerife y en Lanzarote, por tanto, su ámbito excede al insular, con base en las siguientes manifestaciones:

“Se ha ampliado la solicitud de declarar la Roseta a nivel de Canarias porque tras los estudios realizados hemos llegado a la conclusión de que al ser la técnica de la roseta la misma en todas las partes donde se ha desarrollado y que en Canarias se sigue manteniendo en dos Islas desde su comienzo (Lanzarote y Tenerife) tiene que ser considerada como BIC a nivel de todo el Archipiélago.

No solo tenemos en común la misma Técnica sino que también que la forma de repartir la materia prima, la selección de motivos o la recogida una vez terminado el producto, se hacía de la misma manera.

Al igual que en muchas zonas del mundo donde se ha adoptado dicha técnica, hay una serie de coincidencias que se repiten.

Era una labor realizada por mujeres de condición humilde, casi siempre en zonas rurales, que gracias a estos trabajos podían complementar su precaria economía familiar. Debido a que no exige tener un amplio espacio para su desarrollo ni maquinaria especial, salvo agujas e hilo, se hacían en casa, en un horario de tarde-noche, una vez acabada las tareas del hogar o del campo. En ocasiones se reunían en los patios de las viviendas varias mujeres y aprovechaban la ocasión para hablar de lo que pasaba en su entorno. Pero cuando llegaba la noche se echaba mano del quinqué y seguían trabajando para finalizar los encargos recibidos a tiempo.

Estas mujeres contribuían a los escasos ingresos a la economía familiar, las ganancias no eran equiparables al tiempo y modo de producción que le dedicaba a la elaboración de rosetas, pero en épocas de escases todos era válido para salir adelante. En ambas islas esta artesanía textil se la conoce como rosetas o rosas y siempre fue un tipo de encaje familiar, que se transmitía de una generación a otra y que permitía su trabajo sin abandonar el seno familiar.

En ocasiones se llegaron a crear auténticos talleres en las casas de la propietaria. Las artesanas estaban especializadas en modelos sencillos y era la dueña del taller la especialista en hacer otras rosetas más complicadas y las labores de presillado o de unión para formar los paños. Lo curioso es que el número de roseteras era difícil de calcular porque en los censos del momento se las consideraba amas de casa o sus labores y no aparecía este trabajo, pero sí las contabilizaban las empresas comercializadoras en sus libros de cuentas, donde aparece el nombre de la artesana y su especialidad (con un código de números que sustituía al nombre de la roseta en cuestión.)

A nivel general, había dos formas de recibir el pago por el trabajo, o bien lo hacía la intermediaria, persona que llevaban hilos y modelo, y recogía el producto finalizado o a través de las ventitas del pueblo conocidas como de aceite y vinagre donde las artesanas llevaban su producto a cambio de alimentos u otras necesidades del hogar y luego era desde allí donde se llevaba a las empresas.

En la correspondencia que hemos consultado de los exportadores de mayor relevancia en Lanzarote, hemos podido también constatar que no siempre se las conocía con el nombre de roseteras, pues también se las llama operarias o jornaleras.

Si prestamos atención a la técnica en sí, vemos que no hay diferencias entre islas, aunque para denominar la base, en Lanzarote el pique es la base de metal redonda o cuadrada, con los orificios donde se insertan los alfileres siguiendo la forma de la pieza deseada que luego se coloca sobre la pelota rellena de arena. Mientras que en Tenerife pique es toda la base y la parte superior donde se hacen los orificios para los alfileres es de cuero o escay.

En cuanto a los motivos, suelen ser similares, aunque cambia su denominación entre islas pero también entre los pueblos de las islas donde se hace.”

A la vista de lo anterior y en base a los siguientes

FUNDAMENTOS DE DERECHO

Primero.- El artículo 1 de la Ley 11/2019, de 25 de abril, de Patrimonio Cultural de Canarias (en adelante, LPCC), establece entre sus finalidades la de “... garantizar su identificación, protección, recuperación, conservación, acrecentamiento, difusión y fomento, así como su investigación, valorización y transmisión a generaciones futuras, de forma que sirva a la ciudadanía como una herramienta de cohesión social, desarrollo sostenible y fundamento de la identidad cultural”.

Segundo.- De acuerdo con el artículo 2 del mismo texto legal, “el patrimonio cultural de Canarias está constituido por los bienes muebles, inmuebles, manifestaciones inmateriales de las poblaciones aborígenes de Canarias, de la cultura popular y tradicional, que tengan valor histórico, artístico, arquitectónico, arqueológico, etnográfico, bibliográfico, documental, lingüístico, paisajístico, industrial, científico, técnico o de cualquier otra naturaleza cultural, cualquiera que sea su titularidad y régimen jurídico”.

Tercero.- El artículo 3, apartado 1.c), de la citada Ley define el “patrimonio cultural inmaterial como el correspondiente a los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas de las poblaciones aborígenes de Canarias, de la cultura popular y tradicional que las comunidades, grupos y, en algunos casos, individuos reconozcan como parte integrante del patrimonio cultural de Canarias”.

Y en su artículo 106, apartado i), establece como parte de este patrimonio cultural inmaterial las técnicas artesanales tradicionales.

Cuarto.- La LPCC recoge en su artículo 108 que la protección de estos bienes que integran el patrimonio inmaterial se llevará a cabo mediante su inclusión en alguno de los instrumentos previstos en la propia Ley y que se recopilarán e inventariarán en soportes estables que posibiliten su transmisión a las generaciones futuras, promoviendo para ello su investigación y documentación.

Quinto.- La citada Ley reserva el máximo nivel de protección patrimonial, aplicable a todas las clases de patrimonio, y, por tanto, también al patrimonio inmaterial, a la categoría de Bien de Interés Cultural, sin distinguir entre bienes muebles, inmuebles o inmateriales.

Así, el artículo 22, apartados 1 y 2, establece que se declararán bienes de interés cultural aquellos que ostenten valores sobresalientes de carácter histórico, artístico, arquitectónico, arqueológico, etnográfico, bibliográfico, documental, lingüístico, paisajístico, industrial, científico, técnico o de cualquier otra naturaleza cultural, así como los que constituyan testimonios singulares de la cultura canaria, conllevando tal declaración el establecimiento de un régimen singular de protección y tutela.

Señalando el artículo 25, apartado f), que podrán ser declarados de interés cultural los bienes inmateriales con arreglo entre otras a la categoría de técnicas artesanales tradicionales.

Sexto.- La Ley de Patrimonio Cultural de Canarias, en sus artículos 15, apartado 2.d), y 27, apartado 3, recoge la competencia de la Administración Pública de la Comunidad Autónoma de Canarias para incoar, instruir y resolver los procedimientos de declaración de los bienes de interés cultural, respecto de los bienes inmateriales cuyo ámbito de manifestación sea superior al insular, previa solicitud de las comunidades u organizaciones representativas.

Séptimo.- El artículo 29 de la LPCC establece en su apartado 1 que, “la resolución por la que se inicie el procedimiento para la declaración de un bien de interés cultural será notificada a las personas interesadas, al ayuntamiento en cuyo término municipal radique el bien, cuando se trate de un inmueble y al cabildo insular correspondiente, si se trata de un procedimiento incoado por la Administración autonómica”.

Los apartados 3 y 4 del mismo artículo señalan que “3. El acto de iniciación será publicado mediante anuncio en el Boletín Oficial de Canarias.

4. Cuando se trate de patrimonio inmaterial será suficiente la publicación de su inicio en el Boletín Oficial de Canarias”.

Octavo.- Es competencia de la Dirección General de Patrimonio Cultural, según establece el artículo 22.3.A).e) del Reglamento Orgánico de la Consejería de Educación, Universidades, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, aprobado mediante Decreto 7/2021, de 18 de febrero, la incoación e instrucción de los expedientes de declaración de Bien de Interés Cultural en aquellos supuestos en que la legislación sectorial en la materia reserve dicha función a la Administración Pública de la Comunidad Autónoma de Canarias.

Por todo lo cual,

RESUELVO:

Primero.- Incoar expediente para la declaración de Bien de Interés Cultural con la categoría de bien inmaterial de técnica artesanal tradicional de la técnica de la Roseta, en el ámbito de Canarias.

Segundo.- Publicar esta Resolución y su anexo en el Boletín Oficial de Canarias.

Tercero.- Anotar la presente incoación en el Registro Canario de Bienes de Interés Cultural.

Cuarto.- Continuar los trámites que procedan según el procedimiento establecido en la Ley 11/2019, de 25 de abril, de Patrimonio Cultural de Canarias, y demás normativa de aplicación.

Santa Cruz de Tenerife, a 19 de abril de 2023.- La Directora General de Patrimonio Cultural, María Antonia Perera Betancor.

ANEXO

BIEN DE INTERÉS CULTURAL

CLASIFICACIÓN: Bien inmaterial.

CATEGORÍA: Técnicas artesanales tradicionales.

EN FAVOR DE: La Roseta.

ÁMBITO: Canarias.

DESCRIPCIÓN:

El patrimonio textil desde su vertiente histórica, etnográfica, arqueológica o artística empezó a valorarse hace escasas décadas.

En concreto, el encaje, reporta información sobre aspectos relacionados con la historia, la sociología, el comercio y la economía de un periodo determinado. El arte del encaje de aguja se remonta al siglo XVI, cuando el término “encaje” se documenta en diversos textos e inventarios del momento para designar este tipo de labor, que en países como Flandes, Italia o España experimenta un importante desarrollo.

Los referentes de los encajes de aguja los hallamos en los puntos cortados o bordados-calados y deshilados. En los primeros se recortaban pequeños trozos de tela y se adornaban con dibujos de desarrollo geométrico. Por su parte los deshilados eran labores más evolucionadas al requerir, previamente a su ejecución ornamental, la extracción de hilos de la tela base. Dependiendo del mayor o menor número de hilos extraídos, se consideraban bordados o encajes. En esta última categoría se hallan los llamados Soles o Ruedas, en atención al motivo central y se trabajan en trama radial, formando motivos decorativos en círculos.

Los Soles alcanzan la mayor repercusión en el panorama textil español a finales del siglo XVII, aunque con anterioridad ya se confeccionaban, habiendo sido en Castilla donde inician su expansión y conquista hacia ultramar, en este caso, a Canarias. Las misiones que participaban en las acciones de conquista, además de evangelizar se ocupaban igualmente de inculcar las costumbres y transmitir las formas de vida de la Península Ibérica. Probablemente, el aporte poblacional que llega a Canarias trae la labor de deshilado que será asimilada e interpretada por las mujeres de las islas, y que fueron evolucionando a los Calados, aunque en concreto, la Roseta no es un deshilado.

La técnica de aguja está emparentada con el bordado-calado y los deshilados, y en ella se incluyen distintos tipos de encajes. Sin embargo, no todas utilizan la misma aguja, ni tampoco siguen el mismo proceso de elaboración, pero todas se caracterizan porque en ellas participa una hebra de hilo que evoluciona sobre sí misma y va formando los puntos básicos, como son los anudados y bucleados.

La Roseta, única aportación genuinamente española en el variado repertorio de encajes en Occidente, pertenece por méritos propios a la amplia familia de los encajes de aguja, cuya elaboración se hace al aire con ayuda de una almohadilla o pique, y cuya forma de preparación es diferente. La principal diferencia que se establece entre los Soles y la Roseta es que no participan de la misma preparación: los Soles necesitan una tela como base y un complejo proceso de deshilado, mientras que las Rosetas se hacen al aire y no requieren tela. Las analogías se basan únicamente en la utilización de los puntos básicos, como anudados y guipures, y en la decoración de trama radial, aunque las Rosetas son más aéreas al dejar muchos hilos de los radios desnudos. En definitiva, la Roseta es fruto de una evolución y probablemente derive de los propios Calados o Soles canarios, que en algún momento se independizó de la tela base para convertirse en un encaje de nudos de trama radial.

La Roseta forma parte de la historia textil de Canarias y en torno a 1949 se la consideraba una “manifestación exquisita de los antiguos encajes de aguja”, tomando las palabras del investigador Segura Lacomba, reflejadas en su trabajo “Maravillas: Bordados populares españoles”.

La Roseta forma parte de la herencia patrimonial de Canarias, que se ha ido transmitiendo de forma repetitiva de generación en generación, tanto en Tenerife como en Lanzarote, así como en otros lugares de Canarias y del resto del planeta.

La Técnica de la Roseta.

La Técnica de la Roseta es diferente a lo que se había conocido hasta el momento. Se manufactura con ayuda de una pequeña almohadilla llamada pique, pelota o cojín, con relleno apretado que puede ser de serrín, gofio, paja, pelo o arena en Lanzarote, con un grosor de 4 o 5 cm, forrado de tela en los costados y en la parte inferior, pero con una superficie sólida para trabajar confeccionada con piel -actualmente de plástico-, que lleva a su alrededor, casi en el borde, una fila compacta de alfileres clavados casi íntegramente.

En Lanzarote, a diferencia de Tenerife, se conoce por pique la plancha de metal provista de unos orificios por los que se insertan los alfileres necesarios para cada tipo de Rosetas y que se cambia con cada nuevo diseño. El resto de la base, por su forma redondeada, se denomina pelota. En su origen, los piques o pelotas adquirieron formas redondas, pero en la actualidad pueden responder a formatos cuadrados, ovalados, hexagonales, acorazonados, entre otros, dependiendo del ingenio de la artesana. Los piques eran elaborados por especialistas, pero con el paso del tiempo las propias artesanas los elaboran atendiendo a sus necesidades.

El hilo puede ser de diferente grosor, aunque el más utilizado en el siglo pasado era el de la marca comercial “Dalia 16”, o “Dalia 20” en menor medida. Actualmente existen nuevas marcas que se ofertan en el mercado, como “Freccia” o “Tridalia”, que poseen la misma calidad que las anteriores, y son de color blanco y beige o bien se combinan ambos para obtener Rosetas matizadas. Los colores que se trabajaban inicialmente en Tenerife y en Lanzarote eran el blanco y el beige. En Lanzarote desde hace escasos años se elaboran también en vivos colores y tonos: rojos, amarillos, malvas, verdes entre otros, en combinación con blancos y crudos; blancos y azul, blancos y verdes, por ejemplo. Mediante el zurcido se consigue una gradación de color llamado matizado, creando así atractivos y alegres modelos, como la galleta bordada lanzaroteña.

Los alfileres, cuyo número va a depender del diseño y del tamaño de la Roseta, siempre en número par (36, 42, 60, 72 o 84), son una herramienta importante, a la vez que de su correcta distribución dependerá el resultado final del trabajo. De ahí que en Lanzarote se facilite esta labor mediante la pequeña plancha metálica, que ya hemos mencionado, y que se coloca en la parte superior de la pelota.

Las Rosetas pueden ser redondas, cuadradas, lanceoladas, o adquirir forma de estrellas, pero siempre la técnica de trabajo es la misma. Sobre la superficie, cuadrada o redonda, se va cruzando ordenadamente el hilo, enganchándolo una y otra vez a los alfileres diametralmente opuestos, llenando con urdimbre radial toda la circunferencia o cuadrado. Una vez terminada esta operación, con la ayuda de una aguja y de hilos (que pueden tener igual o distinta calidad y color, que el usado para la urdimbre), se van agrupando, atándolos unas veces o zurciendo sobre ellos otras, hasta terminar la Roseta formando el dibujo deseado. El trabajo siempre se comienza desde el centro del pique, con puntos anudados, zurcidos y de guipur. Se pueden elaborar varias Rosetas iguales superpuestas para así obtener un mayor rendimiento, pero existen modelos que, dado lo complicado de su elaboración, no lo permiten y es necesario que se extraiga del pique una por una. Los modelos pueden ser geométricos o florales y reciben los nombres según la flor o la forma, pero pueden variar de una zona a otra ya que, atendiendo a las localidades o islas se documentan: estrellas, estrellitas zurcidas, magarza fina, ojal, espiga, de aspas, hojas, son las más conocidas.

Tanto la unión de las Rosetas como su aplicación en tela son fases muy importantes para el acabado final del producto. Es por ello por lo que esta confección siempre recae en manos de artesanas expertas que compran las rosetas por docenas y hacen con ellas diferentes tipos de prendas y objetos decorativos. El trabajo de unión siempre lo realiza la misma persona, pues de lo contrario se notaría la diferencia, bajando por ello la calidad del producto.

Una vez elaboradas las Rosetas principales, se cosen con otras más pequeñas conocidas como rosetas de “unión” también llamadas de “vivar”, mucho más sencillas que las principales. Otra forma de enlazar es emplear distintos puntos como el de pescado o zigzag. En Tenerife es frecuente que se utilicen los puntos propios del encaje de Vilaflor: punto de gato, punto de dos, punto de nudo, entre otros. También se puede incrustar en la tela, aplicarla con bordados o con otros encajes.

La importancia de la Roseta en Canarias.

La relevancia que posee la conservación de la Roseta en Canarias se sustenta en su desarrollo en la última década del siglo XIX y en las primeras del XX, tanto en Lanzarote como en Tenerife. En esa etapa se convirtió en una industria próspera, que junto con el calado, ocupó a un gran número de mano de obra femenina. Con esta labor, la mujer aportaba ingresos económicos a sus hogares humildes y la actividad estaba en manos de quienes aprendían el oficio en el seno familiar y se transmitía oralmente de una generación a otra. Inicialmente se trataba de una labor para el consumo propio hasta que, a finales del siglo XIX, las grandes casas comerciales asentadas en el Puerto de la Cruz, Tenerife, comenzaron su exportación al extranjero. Por ello, muchas de las Rosetas confeccionadas en Lanzarote, igualmente promocionadas como “Tenerife Lace”, partían desde el Puerto de la Orotava, como era conocido en esos momentos el Puerto de la Cruz, y donde estaban asentadas las casas comerciales extranjeras que se encargaban de su salida al exterior. El primer establecimiento de casa exportadora en Tenerife data de 1901 y es la Casa Taoro, dirigida por el empresario Mr Sparrow, y fue la que consiguió la introducción de los Calados y la Roseta en el mercado inglés.

En Tenerife la actividad se extendió por toda la isla llegando a lugares tan remotos como Vilaflor, donde los trabajos adquirieron un merecido renombre. El número de artesanas dedicadas a la labor fue en aumento, pero sin que podamos precisar con exactitud la cantidad, ya que se trata de una labor realizada en las casas, muchas de ellas diseminadas en el paisaje, y las compras se hacían a través de una persona intermediaria que entregaba hilos, modelos y recogía el trabajo terminado.

En Lanzarote, también fue una actividad que se expandió por toda la isla, tal y como se constata en escritos del momento a esta labor se dedicaban entorno a unas 2000 mujeres. Ellas eran las encargadas de realizar los modelos propuestos por quienes comerciaban, generalmente hombres, que les proporcionaban la materia prima para realizarlas. Cada mujer se especializaba en un modelo y en los libros de registro de los comercios se consigna el nombre de cada artesana asociado al prototipo de Roseta, la cantidad, entregada y el precio. Algunas artesanas a tiempo parcial preparaban racimos o conjuntos de rosetas compuestos por una docena cada uno de ellos, que entregaban a quienes repartían entre las especialistas responsables de su unión o presillado. Con ellos confeccionaban paños, manteles, o cualquier otra pieza, e igualmente se podía vender el racimo.

Las firmas comerciales eran las que monopolizaban todo el trabajo constatándose una total dependencia económica de ellas al ser las responsables de establecer las condiciones de compra y los precios. El desarrollo evolutivo fue tal, que se llega a proponer nueva bases de metal o madera para elaborar las Rosetas. Ante este monopolio, la prensa isleña llegó a acusar a estas compañías de acaparar la producción e imponer su ley a los productos. Tanto las casas comerciales inglesas como las alemanas forzaban los precios y los modelos, llegando incluso a bajar la cuantía para obtener mayor rentabilidad.

La I Guerra Mundial produjo la caída de la venta de las Rosetas al interrumpirse los envíos de material. A ello se le adiciona que, a partir de la década de los 30, comienza a aparecer una competencia desleal entre las propias compañías exportadoras, abaratando los precios. Finalizada la guerra civil española resurge la producción de la Roseta ya que la Sección Femenina facilita que las mujeres vendan sus productos sin salir de casa, y organiza talleres para su aprendizaje. Igualmente se establece su recogida por todos los rincones de las dos islas, y se mantiene la calidad y una remuneración justa, eliminando las intermediaciones para entregar la materia prima y recoger las Rosetas.

En el posterior declive de esta producción artesanal la industria conservera de pescado de Lanzarote desempeña un papel destacado, pues la gran cantidad de mano de obra femenina que ocupa, deja de elaborar las Rosetas. También la introducción de la actividad del turismo en las islas tuvo similar efecto.

Fuera de Canarias, la técnica de la Roseta se extendió por Iberoamérica y por otras partes del globo, bajo el nombre, en muchas ocasiones, de “Tenerife Lace”. A ello también contribuyó el movimiento migratorio, ya que la descendencia canaria continúa confeccionando piezas con la técnica de la Roseta y de los Encajes en Estados Unidos (Luisiana, Texas), Puerto Rico, Cuba, Filipinas y hasta encontramos esta técnica del encaje en Croacia, donde se trabaja con hilo de áloe.

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